domingo, enero 20, 2008

Botarga





Para Eugenio Santos León


Recuerda mi buen amigo que tu Beatríz se encuentra en Disneylandia




"…No me olvides. Dante en tus caderas y sonrisa en tu entrepierna. Tal vez empiece a medicarme, pero medicamentos serios: pastillas que terminen con pam. Orgulloso patán de piernas cortas, naranjo en flor pero sin frutas. Rama pobre y tan delgada que asusta, o mi vientre tu aura chupada y plana. Revolución incestuosa, sobredosis en aerograma; o acaso somos tan perversos que nuestra sangre ya es de plastilina. Milagrosa concepción de gatos muertos, americano arrepentido, racista ojete que tu moreno es mi indígena nunca arrepentido. Pero basta de alubias y terribles peregrinaciones que sin duda son malas oraciones políticas. Ayer un filántropo habló de ballenas, y como yo no soy carismático, no firmé. Somos el orgasmo falso de una virgen, la mandíbula que masca carne viva. Ya no tengo tiempo para romper esmeraldas, sobrevivo de una pieza mal soldada, mis ojos de pistola miran miran. El alacrán picó en el centro, hígado cirriforme, implosión de abejas enfadadas..."



Y así la noche se fue desvaneciendo en un impulso sin reflejo. El reloj marcando horas lejanas. Él nunca sentía punzadas, no llegaba el presentimiento, sólo hablaba al muro de sus intenciones. En un arrancar a carne viva se enfrentó con varios guerreros inmortales, venció. Las maravillas del cuarto mundo lo llevaron al enigmático camino del espejo. Nunca se quitaba la cabeza de conejo, estaba sucia, sin un ojo, con la nariz tallada de plástico que ya había perdido todo el terciopelo. Pero hablaba, sufría. Se podía ver entre los árboles y los caminos una gran cabeza blanca monologando sobre sus miedos y sus luchas homicidas. Ahí, entre la sulfúrica realidad lograba salir una belleza decadente, una leónida urbana que sabia y vieja siempre tenía respuestas para los demonios. Encuentros a medio camino, él entendía que como las flores al sol, las piedras a la noche. También recorrió el infierno una mañana de marzo, fue a buscar a una conejita púrpura que se había cortado ambas orejas con un hacha. No la encontró, pero vio matorrales en llamas y sabuesos hambrientos. Sin embargo el monólogo nunca se detenía, siempre seguía y se dispersaba entre las fuentes y los mortales...



"...Y que la selva intransigente me arrancó el rugir de mis entrañas. Sólido tu pelvis entrañable, recorrer la cascada entre tu ombligo y tu montaña. Rasparte con mi lengua ácida todos los lados oscuros de tu triste cuerpo, cocerte un par de orejas y bautizarlas con nombres comunes. Te rompería en dos de tanto penetrarte; afelpada ironía. Ya no entiendo como los gusanos se multiplican en tu honor, ni como los lejanos volcanes eyaculan de tanto pensarte. Una hoja de barniz, los cuernos doblados y esta cabeza mía que no deja de hablarme de muertos y conejas..."



3 comentarios:

Anónimo dijo...

asombroso el eco, pertubardor muy. gran estampa de un conejo.

Anónimo dijo...

que maravilla!me gusto mucho,me gusto el ritmo y la desesperacion, y el sonido del conejo me produce escalofrios.felicidades.t.

Anónimo dijo...

Gran orden semántico, memorable reunión de ritmos disformes. Gran día para enamorarse de un conejo (o de sus partes). Siga tensando su violín de cuerdas para asesinar. Dos besos Magister, he pensando mucho en su figura estos días, tengo miedo. Getxo