¡¡¡¡¡NO!!!!!

¿Sabes que cuando te digo no, es no? ¡Sí, no y no y nada más! La síntesis absoluta de toda negación, sin rodeos, sin eufemismos, de golpe viene el no con la redondez categórica de su sintaxis. Llega para decirte muchas cosas: Que no te quiero, que no me gusta verte, que no estoy de humor, que no me emocionas, que no estoy contento, entre otras muchas cosas que no me place mencionar. Se descuelga el unisílabo censor de mi lengua hastiada, fatigada de inventar excusas por no herirte. Pero al fin arriba, redime y revindica, pone en orden, sonsaca al demandante dándole un cachetazo en su buche pedinche, un golpe certero en la boquita urgida de favores. ¡No! ¡No! Y ¡No! Entiéndelo de una buena vez granuja testarudo, deja de sisear caprichos en mi oreja y vete, lárgate lejos a mendigar caridades y confórmate con poder seguir balbuceando tus deseos. ¿Qué parte del no, no entiendes? ¿Qué fragmento del tan bien ceñido término no comprendes? ¿Te hace falta brevedad? ¿Será tan básico tu pensamiento para no poder discernir mi sucinta respuesta? Bueno, pues te la repito a gritos: ¡No! ¡No! ¡No! ¡No! ¡No! ¡Penta“nos” ineluctables para mentecatos como tú! La dosis justa de despecho, las cucharadas necesarias de displicencia para que duermas el sueño de los carceleros, en donde; no puedes despertar, no puedes moverte y no puedes morir. Castigo insufrible para los necios, pena máxima de zafios bobalicones, una pesadilla de imperativos denegándolo todo, rechazando desde el abrupto asomo de impulsos hasta el más ínfimo guiño de la voluntad. Pero tú persistes ingenuo parricida, exigiendo vehementemente que levanten a los muertos, reclamando en embarullados soliloquios impuestos ilusorios. Sigues donde te dejé, pegado a mi oreja, barnizándomela con la saliva infecta de tus extravagantes antojos. Me das asco, eres un ser aborrecible. ¡Un homúnculo saturado de insuficiencias, colmado de incapacidades! ¿Lo sabías? ¿No? Bueno, pues no importa, de cualquier forma no lo entenderás jamás.
(Foto -Jason Flett)