domingo, septiembre 03, 2006

1982



1982.
Los lunes no es bueno mentir. Alguna partícula se expande por el meticuloso deseo de abrir los ojos y tener aquella epifanía. Por la terrible necesidad de soltar inmensas gotas de agua sobre las caras monótonas. Los lunes no están, como abrir la fotografía y ver todo aquello que has olvidado en vano. Pecar sin ser arriesgado, o simplemente romper con las ideas que tanto tiempo llevan sulfurando el cerebro. Algún lunes que expandes el oído y entran algunas notas desconocidas, nbsjla, la vida en do menor, o en re afónico. El pudor creciente, la saliva exhausta. El clásico dolor en el vientre, ése dolor que alimenta el ego y lo mueve a mil revoluciones por segundo. La naturaleza tan cansada, en un coma profundo. Sobre todo los lunes el sabor del infierno no es nada malo, es el dulce que infla los glóbulos cada vez que lo pruebas. La probabilidad de ser único y metafísico en un universo lleno de números. O volverte el número y ser dueño de un universo, comerte el cosmos en grandes mordidas, fumarlo tal vez. Y recuerdas el momento exacto, nadie preguntó si querías estar aquí, 1982. Y la mentira duele muy adentro, en algo que no mira. Las calles pasan, el sol se mueve en espirales sónoros. Más médulas, más información, más caos y la canción casi termina pero es tan hermosa. Miras las horas y los segundos que te hacen olvidar cuando ya no estabas. Cinco segundos...La aurora calienta las banquetas y la canción ha terminado. Los lunes las canciones nunca terminan. Los años viejos han muerto y lo mejor es repetir la canción, una y otra vez durante el resto del día y al final mirar el cuento, dejar lo imperceptible e intentar olvidar, aunque el olvido ya no exista.


Thanks to Arcade Fire
(Foto: Ansel Adams)

0 comentarios: