martes, agosto 29, 2006

Truena Lisboa!

"Hoy no me queda (además de lo incómodo de estar así sentado) nada más que saber esto: Grandes son los desiertos, y todo és todo desierto. Grande es la vida, y no vale la pena que haya vida"
Fernando Pessoa, (Heterónimo, Álvaro de Campos)
Miraba los cometas como siempre hace, y en las tardes de poco calor, se juntaba al árbol que hace siglos el abuelo, Algún día de muerte se olerá en todos los campos de Lisboa, se comía los arándanos demasiado ácidos y arrojaba al aire dormido las semillas tristes,
(Nunca le dije que dejará de ver esos cometas, el solo aventaba esas horribles palabras al cielo gris, y no había cometas, nunca hubo cometas, me miraba con soberbia y al amanecer las aves se alejaban del desierto para llegar aquí sin ideas ni dimensiones, él comía frutas del árbol y no dejaba de soltar lágrimas invisibles,
nada de esto hubiera pasado sino se molestará en romper aquél silencio insoportable que vivía con nosotros durante décadas,)
La Señora no hablaba, casi siempre se sonrojaba de calor y a lo lejos en un Lisboa que ya no los recordaba, se escuchaban voces de tanto silencio, ella también amaba el árbol, pero por las mañanas rosas nada de ruido y aves rojizas en medio de aquél, él sólo comía y miraba para arriba pensado en galaxias y en cosmos y en cosas de los libros que el abuelo, Aquí está la verdadera felicidad de los sueños, el universo te ama,
Y cuándo la noche sopló un poco de oriente, ellos asustados y en pijamas se asomaron por la ventana de madera hechiza y rompieron en palabras de odio y mentira,
(Fue culpa del aire, en Lisboa hace aire pero aquí no, y en las noches menos, la vida se va con el aire de la madrugada, y él lo sabía, el silencio se había roto para siempre, y los cometas no existían, miró contemplando al viejo tronco y jamás lo va a olvidar, la luz, el ruido, el susto, las mariposas en llamas volando por todo el campo como pequeñas chispas con alas, y él habló, habló muerte y sangre y después de esa noche el universo se fue de esta casa, espero que esté en Lisboa,)
Todo lleno de fuego, de naranjas y amarillos que nunca nadie había visto, él lloraba macma, y ella, tenía una ligera sonrisa en los hoyuelos de la cara, el árbol fue atacado por el cielo oscuro con un estruendo que se escuchó hasta Madrid, al parecer el universo mandó aquella luz para que las plegarias del viejo se callaran de una sola vez, y él olvido los cometas y los arándanos, ahora hay palabras y gritos como en la cuidad, se mueve por el campo algunas tardes pensando en aquello de lo que ya nadie habla, quemó todo lo que el abuelo, Ahora empieza el camino con ésta nueva sabiduría, y las aves ya no pasan por aquí pero ahora el silencio es más fuerte con las bocas abiertas de los dos, nunca se debe mirar al cielo y pedir algo,

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