lunes, agosto 07, 2006

Flirtin with Isolda

El coqueteo es el preámbulo a una obra de monstruosas dimensiones. Es opúsculo inocente, portal transitorio a una zona tórrida de ceniza y desilusión. Pero mientras dura el embrujo, florece un diálogo tácito de gestos suaves, apenas perceptibles. Rige un orden de compatibilidad incorpóreo, una lucha afable de sutilezas que encuentra su expresión en una risa tímida o en un grácil rubor. Y corre vertiginoso el galanteo en un macabro intercambio de parpadeos silentes enjugando nuestros ojos. Destilamos el narcótico ignoto, al cual nosotros – cegados occidentales- hemos enclaustrado con un nombrecillo de ciencia; feromonas. Curiosos son los procederes del afamado flirt, y variados son los tiempos que este se toma antes de saberse exitoso en la conquista. ¡No todos son tan hábiles al disparar los venablos de cupido! Los que se manejan con éxito en este período de secreta simbiosis, tendrán al menos los recuerdos que sostengan su desgracia una vez avanzada la relación. Los que no -torpes rábanos auxiliados por el azar- podrán lamentar su pena en algún umbroso café, con la esperanza ingenua de conmover en su llanto a alguna distraída.
(Imagen - Ray Caesar)

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