A Peter Hegre.
Por medio de la delicia auditiva de Poni Hoax.
Se dice de ellos que son iguales a nosotros; beben, fuman cigarrillos largos, inhalan cocaína y se divierten en clubes nocturnos, les gusta la alta costura y las revistas eróticas con modelos de Europa Central cuyos números reciben por e mail. Son sanos y hermosos y los occidentales, incautos y estúpidos, ansían caer en la manzana de sus bocas al asistir al seno de sus guaridas. Cuando alguno advierte el peligro entre los reflectores, el humo y los beats de algún antro en Praga, ya es demasiado tarde: la mirada celeste de alguno se cruza y, de reojo, se observa la muñeca enjoyada en los crónidas brillantes de Cartier limpiando de sus labios una chorreante molécula de hemoglobina. Después, el pálido rostro eslavo regresa a los muslos abiertos y la falda levantada de la víctima quien, recostada sobre la mesa en la caricia circular de sus rodillas, emite plegarias de miel expectantes de la oral mácula de libido cuya historia, por desgracia, no podrá ser relatada a la mañana siguiente. De este modo se salen con la suya: dos inusuales mellizas húngaras aceptan posar frente a la Nikon por una suma propia de las economías recientemente activadas; pero todo no es más que la deliciosa emboscada para que algún inversionista londinense, con la extravagante costumbre de salir sólo de noche, valore con malévola sonrisa el precio de la suscripción a la exclusiva revista Web que, por este número, ofrece la galería de un par de chicas idénticas jugando, en cruenta batalla de lenguas y dolientes gestos, a quitarse de sus tersos cuerpecitos la sanguinolenta cascada que en violenta expansión mancha suelo, paredes, y el desglosado cadáver de un fotógrafo danés.
(Imagen: http://www.deviantart.com/deviation/16665802/)
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