lunes, octubre 16, 2006

Ómnibus

La vi sola en la estación de autobuses, viajaba al norte, como yo. Y probablemente en el mismo camión. Fumaba con ese descuido que le otorgaba la espera, con la conciencia del que pierde los minutos contando las lozas de un pasillo. Ocasionalmente miraba el gran relój de la estación, para confirmar que el tiempo avanzaba lento, con un sopor de manecillas herrumbrosas, como queriéndola retener en esa ciudad de polvos y ventarrones, en ese pueblo de palomares inmundos y acueductos raquíticos. Yo con el libro entreabierto, disimulando entre el índice y sus ojos, paseándome del cuento a sus manos sosteniendo el cigarrillo, bailoteaba el sentimiento entre horarios retrasados. Y ha llegado la hora de subirse al camión. Hacemos la fila y voy detrás de ella, como una sombra echa de argucias, de supuestos encimados en torno a su figura. Ojalá seamos compañeros de asiento, así tal vez podría... platicar un poco. Y nada, fracasan los ensueños de la hipotética charla,ella está dos asientos frente a mí. Suena el motor. Avanzamos. El ómnibus atraviesa la noche, aullando con su fragor de diesel y ejes engrasados ¡¡¡Trrrrrrrrrrrr!!!!... partiendo el aplastante silencio de los desiertos... ¡¡¡Trrrrrrr!!!!... rumbo a esa metrópoli donde ella tomará otros caminos, otros autobuses. Escribo unas palabras en una servilleta y me voy a dejarla sobre su asiento. No me mira. Lee tranquila, con un desinterés pavoroso, urbano, está escribiendo... De pronto hace trizas la servilleta y la arroja por la ventana. Veo como la noche se traga mis palabras. ¡Carajo! Duermo...
Despierto y no hay nadie en el camión, solo un hombre que se pasea entre los asientos con la esperanza de encontrar una moneda, alguna curiosidad abandonada. Me pongo de pie y algo cae de mis piernas. Una servilleta, una nota: - Te vi en la estación... Suerte...

1 comentarios:

nacho dijo...

Buen texto. Los detalles obran en beneficio de la trama. El final sacude sus propias consecuencias.
Saludos, nacho mondaca