El infierno es un desfile de año nuevo. La pólvora del tiempo del dragón ha tomado las chimeneas en la zona industrial, las ha ahogado en el escarlata enfisema de su sobreproducción. Un incendio en el cielo y sobre él, la proyección de videos musicales. Los punks son viejos sabios chinos con viejas barbas largas, sus crestas de canas oscilan con la brisa del confeti, son lagartos carroñeros al acecho de la muerte del rock n‘ roll. Piensan haikus mientras menean cadenas y chaquetas de cuero, cuando lo tienen escriben aforismos con aerosol sobre las paredes de las fábricas. Pasa un carro alegórico con tapetes persas, en él, el innombrable; viste de Armani a rayas y mancuernillas de Cartier, cocodrilos de brillantes. Es un accionista inglés con yate, Porche a la puerta de algún casino en Montecarlo, él nunca pierde, siempre tiene lo que necesita y nada más, por ello su afición a coleccionar almas. Pasa de rojo entre el ritmo de los demiurgos bailarines quienes ven al par de mascotas sostenidas en ambas manos de collares con picos: un tigre blanco bostezando y recostado en este, una nena de Tokio con lencería atrevida, medias negras con donas de encaje en los muslos; fuma opio de Hong Kong en un narguile de Teherán y en sus bocanadas púrpura se puede leer: “God save the Queen!”, sus brazos están tatuados con símbolos yakuza: peces dorados en sus hombros que al ser acariciados pueden morder o hacer cosquillas, según lo que hayan comido al desayuno. Por eso sólo el maligno puede tocar a la hembra, por eso al lamerle la oreja se puede divisar una lengua viperina; pero ella no suspira de placer, a penas sus labios se ponen en la diminuta y enrojecida posición de emitir una erótica onomatopeya, emergen burbujas, sólo burbujas, de espesa tinta china que flotan un poco y explotan sobre el tigre blanco cambiando el código de sus rayas. Al final la mujer, siempre la mujer, arroja los dados sobre las alfombras persas y decide la suerte. Con el diablo siempre gana la casa, desde los tres pares seguidos que decidirán mi muerte, hasta el juego de aquellos centuriones quienes al pie de la cruz se jugaron la desnudez del salvador.
martes, agosto 22, 2006
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2 comentarios:
Un vuelo esplendido...
imagenes geniales que parten de risa. un beso desde el lago del recuerdo
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