viernes, junio 30, 2006

Paradojas de un irritado conferencista


Ya no quería seguir escuchando las mismas estupideces. Estaba harto de esa gente que pasaba la vida buscando las etiologías de absolutamente todo lo que ocurría. Eran para él una grupa de farsantes. Homúnculos con honoris-causa asoleándose en el cementerio académico. Lo irritaba escuchar citas, monumentos arrogantes a la memoria, islotes retóricos de soberbia. Se sentía inseguro enmedio de esos hombres llenos de certezas, un mareo irreprimible lo agitaba por dentro cuando era cuestionado sobre cualquier cosa. Además: ¿Por qué tenían que ser tan aburridos? Seres tan parcos y mezquinos le provocaban una nausea intolerable. Tanta solemnidad, tanta gravedad en el gesto y ese recato tan plástico que mostraban sus rostros al discursear. ¡Momias! ¡Cadáveres eruditos sin mayor misterio que su flaqueza! Y todavía se atrevían, con el mayor descaro, a portar los estandartes de la ciencia y el conocimiento. No quería estar cerca de esa pajarera de cotorras intelectualoides, quería huir, tragarse todos los sonidos, emborracharse de fonemos y sentidos. Olvidar las cadencias y las métricas, reestablecerse en un limbo amnésico en donde sólo importaba la semiótica del momento presente. ¡Recuperar los minutos para llegar a tiempo a dictar su conferencia llamada: "Hommo et existencialis; influencia de la lactosa en el existencialismo alemán"!




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