jueves, abril 10, 2008

Mi digestión amorosa





Nadie puede decirse cuerdo sin antes entender de la verdadera cordura. Es irreductible no cambiar la forma establecida, o por el contrario, mutar ante las falsas leyes de un espacio ya marcado. Así eran las cosas con Jean Paortier, innecesariamente complicadas. Iniciaba un escándalo en los parques cada que escuchaba un acordeón sonar, o cada que un perro labrador olisqueaba entre sus faldas se lamentaba de todos los hechos vivientes. La empecé a amar igual que empecé a amar a otras francesas, una veintena de francesas desquiciadas. Pero me salgo de la tangente, no quiero entrometerme en cosas pasadas que para eso está mi terapeuta y mi monitor de yoga. La enredadera irreversible, el escalón interminable de las relaciones. Tuve un amigo alemán que todos los días le llevaba una manzana a su novia, una enorme manzana washington de color rojo sangre. Ella la frotaba en su jersey, la pulía en el algodón que se postraba cerca de su seno derecho y la manzana levantaba un resplandor que a mi amigo le llenaba de amor. Todas las tardes durante 18 meses y 15 días ella recibió una manzana. Ella, al parecer holandesa, la comía con él en los escalones del puente Rügen, sin embargo él nunca probó ninguna de las manzanas que le obsequió porque ella no le ofreció jamás una mordida. Jugosa, aromática, de pulpa impecable y cáscara delgada, así era la holandesa. ¿Sería que mi amigo alemán veía en ella una manzana enorme? Ella no era robusta sin embargo siempre guardaba un par de chapas rosadas alrededor de sus mejillas, pero eso he entendido a mi modo latinoamericano, lo tienen todas las holandesas. Me gustaría recordar sus nombres. Todo terminó un tarde, en la que él caminaba distante con la manzana dentro del bolsillo de su chaqueta, cruzaba por la calle Lindenweg cuando en un destello, en un exprimir le llegó el olor inconfundible de un melocotón. Terciopelo aprisionado, sorpresivo hueso recio y sabor en flor, así era la otra. Como es de suponer dejó a la manzana por el melocotón. La manzana lloró por meses y él absorbía con pasión las leyes frutales de una epidermis perfecta. Entonces empezó a cargar con un melocotón hasta que pasó lo inevitable y encontró una fresa, y así mi amigo alemán, en su cocktail de frutas casi siempre tropicales se quedó con un aguacate y ahora vive cerca de Glasgow cultivando cannabis para después vender en los alrededores de Blackpool. Se preguntaran por qué cuento esta historia. Pues hace un tiempo hablando con Jean sobre sorpresas de la hipercosmia, me contó una historia similar pero con verduras, al parecer una mujer del norte de Rochester se enamoró de una cebolla para después abandonarla e irse con un enorme pimiento verde. Las parejas somos un desecho, me decía Jean mirando hacia la calle, nos cansamos de nosotros mismos para después mirar cómo se pudre lo que en un principio era rebosante y de sabor inigualable, somos espectadores de la descomposición amorosa, es una ley natural, es el orden compulsivo de las cosas, Jean bebió de su té con cautela y me cogió de la mano, si te enamoras piensa en el mosquito de la fruta, perteneciente al orden Diptera e incluido en la familia Tephritidae, cuyo nombre científico es Ceratitis capitata, recuerda ese mosquito. Me quedé callado porque nunca imaginé que Jean supiera ese tipo de datos, después de prender un cigarrillo y beber de mi capuchino, le pregunté exactamente por qué. Esa es la forma de lo que se encarga de pudrir una relación, se frotó las manos que evidentemente le sudaban, ese mosquito se encarga de nacer entre la descomposición, cuando veas algo parecido entre tú y tu pareja, sabrás que se está pudriendo, entonces tienes dos opciones, comerlo rápidamente antes de que se termine de echar a perder, o dejarlo enmohecerse y llenarse de gusanos y mosquitos africanos, tú decides, siempre se pudrirá, es la naturaleza mi querido mexicano. No hay cordura, en las relaciones humanas no hay cordura, nadie está cuerdo. Después de sostener esa conversación con Jean, no tengo más fruta en casa, sólo la como en el trabajo, y en los mercados, huele a amor podrido. Maldita Jean.



1 comentarios:

Anónimo dijo...

Maravilloso!!! Inquietante y deliciosas frutas para todos!!