jueves, abril 03, 2008

Conversación corta acerca de una sonrisa

Hace tiempo me encontré con un mimo conocido de la familia, él decía a su modo de mimo, con el cuerpo y gestos, que las sonrisas eran lo único que lo mantenía feliz y delgado. Hablamos durante largo rato, más bien yo hablé y él conjeturaba con las manos y se subía a un banco de la plaza para intentar explicarme que su padre lo odiaba por ser un mimo de la calle mientras simulaba un llanto con el puño de su mano. Alzó las cejas tan alto cuando le platiqué de ella y sobretodo de su sonrisa. Me dio gusto encontrarme con el mimo, colocó sus manos sobre mi rostro y levanto la boca como si me besara, la gente que pasaba creyó que estaba haciendo su espectáculo pero nosotros manteníamos una conversación seria sobre el humanismo y el por qué de las sonrisas ajenas, sobre la familia y en algún momento hablamos de Roberto Bolaño y su muerte. Volví a mencionarla un par de veces y colocó sus manos una sobre otra y luego las recargó en su mejilla mientras pestañeaba enérgicamente. Fue entonces cuando recordé por un segundo, o visualicé algo en él mimo que envidié rotundamente. Me cuestionó sobre ella y me pidió mostrándome los dientes que le hablara de su sonrisa, la gente que estaba por ahí se dio cuenta de que hablábamos seriamente y comenzó a alejarse. Me acerqué un poco más a la cara pintada y los ojos tristes del mimo y como en un impulso de primavera empecé a explicarle en voz muy baja:

Hay dos cosas en la vida que me congelan, le dije como si le confesara un secreto irremediable, una es la ventaja del tiempo y la otra las sonrisas puras. Me miró desconcertado colocándose los dedos en la barbilla y continué, la gestualidad es un arma hermosa, tú lo sabrás más que nadie, la carga de belleza y sensaciones es un impacto de ola turbia. Los meses han pasado como buques de guerra y es de pronto que te inmortalizas, un poeta ciego hablaba de sonrisas, ahí el mimo sacó un libro de su bolso, un bolso a rayas rojas y negras en el que colgaba una chapa enorme de Duchamp, y sorpresivamente era del poeta del que hablaba, asentí un par de veces mirando estático aquél libro y seguí intentando explicar: los rostros se paralizan al momento, se sumergen en deliciosas frutas y es inevitable formar metáforas al respecto. He encontrado eso, la imagen paralizadora, el relámpago interminable, es una transformación inminente que me congestiona hasta lo más profundo de mis entrañas y las pone a bailar. Sabes mi viejo amigo mimo, hace muchos años que no me sentía así, creo en el espacio y en las batallas, y creo que hay un momento de magia que nos adormece y quisiéramos estar así por siempre. Esa sonrisa es el epígrafe de mis textos, la conjetura de mis sueños y el sabor frutal que invade mis caminatas por la tarde. Me la quedo y la guardo en las habitaciones de mi mente hasta cansarme de inventarla. El mimo sonrió y colocó su mano dentro de su chaqueta justo a la altura de su corazón, comenzó a moverla rápidamente simulando miles de latidos por minuto. Y así era, un otoño imparable, una catarata sin final, un corazón expansivo.

Nos despedimos con un fuerte abrazo y con sus dedos me deseo suerte. Mientras me alejaba pensando en nuestro encuentro y en aquella sonrisa me tocaron el hombro suavemente, era el mimo de nuevo, sacó de su bolso el libro del poeta ciego y me lo regaló. En la primer hoja venía escrita una dedicatoria que decía "Una sonrisa es ciega sin embargo huele a cerezas, una sonrisa es como una fabrica de olas".

Making Waves, Por Warpola. Net-Art del Neónida Factory.

1 comentarios:

hada asesina dijo...

Cambio de tono,cambio de... todo. Refresca las emociones.
1 abrazo!