martes, marzo 25, 2008

Circo Serotonina (fragmento)

Ya no hay locos, amigos, ya no hay locos. Se murió aquel manchego, aquel estrafalario fantasma del desierto y… ni en España hay locos. Todo el mundo está cuerdo, terrible, monstruosamente cuerdo.”

Leon Felipe, El Payaso de las Bofetadas.

Insomnio. Hay que hacer la criba de los miedos, depurar el catálogo de diablos y seguir tirando. Eventualmente iniciar un diario, un cuadernillo para llevar el recuento de tus melodramas, de tus tragedias mínimas o en su defecto, el recordatorio de una dosis de Clonazepam. Tres gotitas de Rivotril al despertar, dos al mediodía y tres por la noche. Escribir un pasaje arrebatado sobre el hampa en Israel o una anotación incoherente en torno a las rutas del subterráneo. Me gustan los Lunes y más cuando no estas tú, quien quiera que seas, mejor aún si no existes. Así el diario se va puliendo, mentira tras mentira. Los payasos no son almas de diarios. Y la razón no es otra sino que perdieron la secuencia de los eventos desde hace mucho tiempo. No existe el calendario. Las risas del año anterior son las mismas que las de los próximos cien años. Las bufonadas permanecen y no hay nada nuevo. El diario es entonces una libreta de escritos incomprensibles. Por ejemplo, “Martes 25 de marzo: tengo gingivitis. Aldo, el tramoyista en turno, me tocó el culo antes de subir al escenario. Mamá llamó desde Berlín, dice que el cielo no es tan triste como yo había prometido.” Mejor salir a la calle o ver la televisión, hojear revistas o hacerse un corte de pelo. Las ojeras le van bien al actor. Hay otros más excéntricos que les da por entregarse a la gimnasia espiritual. Prender inciensos y frotarse con lubricantes. Yo dejo la luz del baño encendida, simplemente no puedo con la sombra. Me confunde, la cabeza se va hinchando de oscuridad, cada vez más lóbrega hasta reventar. Entonces me da por las rayas de los tigres. Un gigante de bengala que se queda horas viendo el aro de fuego, sin poder atravesarlo, un gatito apocado sobre el banquillo. Entre domadores corre el rumor que el tigre es el hijo indómito del fuego. Y así de domadores se hacen pirómanos y después soberbios, como si su oficio comprendiera trazar la arquitectura del inframundo. Van chorreando combustible estos pequeños dioses nibelungos. De esta forma, con el pensamiento extraviado me voy durmiendo. Ahora imagino la tumba de un payaso, sin duda distinta a la del soldado o a la del prócer. Una cajita artesanal con su juego de poleas, con el cuento de un esqueleto catatónico que se levanta a bailar el vals cada noche que le lloran. Un esqueleto deshonesto que le mete la costilla a quien se atraviese. Y la cajita con un tallado de lo más singular, como el escudo de Aquiles, con una carpa lacrimosa y un elenco de inventores, la mujer barbuda, el hombre bala y un funambulista narcoléptico que se equilibra en la trompa del elefante. Y yo en el centro, el payaso narciso con su bombín de gala y la sonrisa de artista. Por favor no le dejen flores al difunto, plántenle un sauce para los días soleados, dejen un paraguas, un dibujo sin colorear. Y sobretodo la tumba con un Cristo enorme para estar en compañía de otro payaso. Del gran cómico de todos los tiempos, ese greñudo de los trucos imposibles; multiplicar el vino, dar la vista al ciego y resucitar al tercer día. ¡Vaya función! ¡Inigualable en manos del payaso nazareno! Si después de llevar tus pensamientos al sepulcro aún no logras conciliar el sueño, bueno, tal vez ya no hay remedio. Lo de contar ovejas es una jugarreta. Yo tuve mi redil casi infinito, borregos de cuernos tristes y otros más melancólicos que se pasaban la noche conversando con la luna. Como molestan los balidos, y ni hablar de los que vienen con cencerro, un escándalo. Ahora me voy a la cama con un peluquín de alpaca, echo un guiñapo sentimental, con la comedia del payaso vagabundo que busca un sitio caliente para dormir. Pongo algunos periódicos entre las sábanas, me bebo el cartón de leche y cierro los ojos con la ilusión de despertar mañana en alguna calle de París.

Acuarelo de Gherato Dae Adeonimba


1 comentarios:

Anónimo dijo...

que maravilla!adoro a leon felipe! has leido oh este viejo y roto violin?,,los angeles le metian sus versos a los bolsillos.quien te los mete a ti?lindo texto.t.