sábado, julio 28, 2007

Luna Amarga (fragmento)

- Y dime entonces, para ti qué es el sexo…
- Para mí… pues…
- Y espero de verdad que respondas algo auténtico, nada de cosas como “el momento de compenetración absoluta de dos almas que se encuentran” o cosas por el estilo, para eso mejor encendemos la televisión y nos ponemos como idiotas frente a la pantalla a ver comedias románticas.
- Sí, bueno tranquilo, es solo que estoy pensando…
- ¡¿Pensando?! No hay nada que pensar amigo, es más sencillo de lo que crees, supongamos que tu novia te deja, ¿tienes novia cierto?, y se va con otro, con el guitarrista inteligente, guapo y virtuoso de una banda de rock. ¿Ya lo imaginas no? Todo carisma y estilo, la sonrisa socarrona de quien puede arrojar su desprecio con la estridencia de su instrumento. Entonces la ves… la imaginas revolcándose con él, con más arrebato del que jamás existió entre ustedes. La escuchas incluso, sientes sus espasmos como golpes fríos en el estómago. Sexo, así nada más, ¿ya entiendes?
- No realmente.
- ¿Y no te duele?
- ¡¿Qué?!
- Lo que te estoy diciendo, tu novia en brazos de otro fulano. Darte cuenta de que tu detalle ingenuo de alabarle su belleza día con día, sin más propósito que hacerla sentir bien, sirvió para lanzarla con un listillo que la deja sola después de terminar. ¿Comprendes no? Y las caricias, las cartas y las confesiones- todas anegadas en un pudridero inmundo- quedan suspendidas en su ridiculez, perdiste tu tiempo muchacho, mejor cómprate un perro y encaríñate con él, paséalo y distráete en lo que puedas, no vale la pena que te comas la cabeza con preguntas tontas.
- Pero si a mí no me han dejado, y qué tiene que ver todo esto con el sexo.
- No estas entendiendo nada, tienes que poner atención, no puedes andar por la vida con esa ligereza, como si todos pertenecieran a una feliz organización de caridad. Te decía, ah sí, el sexo, sexo, sexo, sexo, sexo, ¿no te violenta la palabra? Bueno pues te lo explico de otra manera… Cuando un hombre conoce a una mujer y estos se gustan, sucede algo que llamamos…
- ¡Tampoco soy un idiota!
- Pero es justo lo que se necesita, ser un poco bruto para llegar al fondo de todo esto, animalizarse hasta donde nos sea posible. Dejar arrumbado el corazón en un sitio de difícil acceso, en un agujero mugriento y olvidado. Mira, rápido, antes de seguir con todo esto te cuento una anécdota, de pequeño, en la escuela primaria creo que en el tercer grado, en esos cursos de sexualidad que imparten los colegios privados, nos mostraron un colorido video que iba sobre ¿cómo nacen los bebes?, con alegres muñequitos de caricatura, la pareja del señor bigotón y la señora hacendosa y sonriente tomados de la mano. Entonces –después de explicar el cuerpo con eufemismos y con ilustrativos diagramas de los genitales- mostraban dos piezas de un rompecabezas. Las piezas se unían y formaban la imagen de un bebé rollizo y saludable, como los de los anuncios de pañales. Así los padres de familia –en la semipenumbra de la proyección y antes de que Miss Lucy procediera a la parte de preguntas- tomaban a sus hijos de la mano y les daban un cálido abrazo, complacidos en el fondo de no tener que ser ellos quienes explicaban ese cruel episodio, “la reproducción”. Ojalá las cosas fueran así de sencillas ¿no crees? Dos piezas de rompecabezas que se unen así nomás. Porque hacer el amor es otra cosa, al menos eso dicen los más exquisitos, ¿o no? Oye, sé que hablo demasiado, detenme cuando lo juzgues pertinente. ¿No te molesta? Bueno, esta bien, continúo entonces. Y meter a Dios en el asunto se vuelve aún más complicado, surgen términos horribles como “la fornicación” y “la fidelidad”, el verbo favorito de los muchachitos de trece años, “la masturbación”, la conjugación indigna del verbo en la primera persona del singular, ¡Yo me masturbo!, ¡Ah! Que cosas feas… Al fin y al cabo todos somos infieles, andamos cocinando aventuras en nuestra cabecita cochambrosa, nos calentamos igual con la actriz que está en boca de todos y ellas siguen fantaseando con esa noche loca, loquísima, de pasión ardiente. ¿Es patético no crees?
- Es denigrante tu manera de ver las cosas. Hay ocasiones, y reconozco que son pocas a lo largo de la historia, en que brota un amor genuino, una relación entregada, incondicional, como en las historias de caballería. No por eso dejan de existir los problemas y las intrigas, pero… llega un buen día en la vida en que no te queda otra opción que decidirte, crees o no crees, es imposible estar chapoteando en la especulación, hay que aferrarse de algo o de alguien.
- ¿De un perro tal vez?
- ¡No digas estupideces!
- Pero si lo digo con seriedad, es una buena alternativa si no quieres perder la cabeza. Además, nos estamos desviando del tema, es el sexo lo que está sobre la mesa muchacho, yo jamás invité al amor a nuestra charla. Es penetración dura y directa de lo te estoy hablando. Fluidos viejo, el puro instinto sin tapujos ni remilgos. La ansiedad que sentiste por primera vez al ver una mujer desnuda, tus primeras erecciones, la desesperación que seguramente tuviste por meter a tu apestoso amigo en algún húmedo orificio. ¿Suena grosero verdad? Poco delicado… ¡Pero no es así! Es la mera realidad amiguito, o vas a venirme con cuentos de que a los catorce te masturbabas con versos de Ovidio en la cabeza. O que sudabas como cerdo pensando en el amor de tu vida, por favor. ¡Mentira y más mentira! Te manoseabas con el recuerdo más fresco de unas nalgas o con un recorte sucio de revista. ¿No es cierto? Que quede claro que yo hablo por ellos, nunca por ellas. No quiero ni imaginar las implicaciones del himeneo. ¡Fuaaa! Se me pone la piel chinita nomás de pensarlo. No voy a negar que he tenido malos tragos en esta cuestión, la del sexo me refiero, pero eso no me impide abrir la bocota y gritar mi opinión a los cuatro vientos.
- Yo no he dicho nada. (continúa)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Diste en el clavo!...es justo eso de lo que hablaba.

Juan Manuel Escamilla dijo...

Oh, oh, oh. Qué humillante leer tal pluma. Mucha fuerza, chaval.