domingo, junio 03, 2007

En el Ágora

Es bien sabido el hecho de que no conviene andar diciendo latines en edades tiernas. No hacen buena pareja la juventud y la erudición, esta conviene más a los viejos y a los hombres maduros, que son quienes están en posición de proferir y administrar las lecciones y consejos. A la juventud le atañe el error, más no la estupidez, el aprendizaje antes que la enseñanza y la prudencia antes que la temeridad. Y en lo que toca a las artes amatorias, no es tenido por gracioso el que hace gala de sus conocimientos para ganarse el corazón de la querida, aventaja mucho antes el que hace burla y mofa de su propia ignorancia. Hace no pocos días, escuché a un altivo muchachito que a lo mucho tendría unos catorce años, pavoneándose frente a una muchachita que tendría más o menos su edad, le decía con fingida apostura –Amor est vitae essentia, Omnia vincit Amor, Vide Car Meum, etc. – Todas estas cosas decía el presuntuoso púber, creyéndose así maestro en galanterías. La jovencita, no entendiendo nada de lo referido, esperaba ansiosa el momento para poder largarse de ahí. Visto esto por los grandes retóricos Demóstenes y Cicerón –quienes se distraían curioseando desde las azoteas del otro mundo- decidieron darle al vanidoso muchachillo, una lección. Después de un poco romano chin-chan-pú se decidió que sería Cicerón quien bajaría a la tierra, encarnado en el cuerpo de un hermoso mozalbete de 16 años. Se acercó el anónimo orador ya en nuevas vestimentas –una T-shirt de K.Cobain y unos baggies- e hizo afrenta al precoz escolástico. -¡Oye Puto, no te metas con mi chica, no le gusta que la estén albureando! – Una vez dicho esto, le dio un empujón al ofendido, tomó de la mano a la muchacha y se la llevó de aquél lugar. De esto rió mucho el bueno de Demóstenes desde su asiento de nubes, quedó satisfecho de la buena lección que le daba su bien hablado camarada a aquél inexperto jovencito, porque es mejor hablar bien la baja jerigonza que andar alardeando latines y falsa ciencia a la hora de ganarse el corazón de una querida.

Imagen: Demóstenes y Cicerón por Londres en los 70's.

3 comentarios:

Lilián dijo...

Linqueados y pasados por las armas.

Arturo dijo...

Tienes toda la razón… Supongo que el latín de Demóstenes debe haber sonado medio raro… Buen texto camarada por aquí andamos.

Anónimo dijo...

totalmente de acuerdo