"De donde se fabla acerca de las fantásticas aventuras ocurridas a Sancho y Don Quijote en la desconocida -aerociudad-"
No es razón de este breve escrito, pretendido apócrifo de entre los muchos trabajos realizados por el morisco Cide Hamete Benengeli, averiguar la manera en que Don Quijote y su escudero se fugaron de las regiones de la Mancha, no para llegar a las costas de Portugal o para departir con un ventero Vizcaíno y tartamudo, sino para entrar -con altivo y satisfecho continente- en un moderno salón de mostradores de la British Airways. El caballero de la Triste Figura, embelesado con el tránsito de tan peregrinos personajes, creyó de nuevo estar bajo un aciago encantamiento. - ¡Lo perjuro Sancho, que estas no son visiones de este mundo, es el paraje más extraño al que un caballero andante pudiese llegar!- Ya se llevaban a Rocinante unos policías que lo vieron atado a un teléfono público. Don Quijote, buscando en su revuelta memoria un capítulo del Amadís o del Lanzarote que le trujera a la memoria cosas similares a las por él ahora vistas. Acercóse a una doncella que sonreía detrás de un mostrador, parecióle que ella podría indicarle un nuevo derrotero. -Muy a la ligera contempla usted este endemoniado espectáculo, y no presiente su femenino corazón la gravedad de estas mis cuitas, le pido fermosísima doncella, me indique el camino más rápido para llegar al Toboso... - Sorry Mr. I don´t understand what you are saying- dijo la secretaria afroamericana. Palabras ante las cuales, nuestro andante caballero se sorprendió y díjole entonces a Sancho. - ¡Acercate a mi lado Sancho, que este mujer fabla lenguas que no son Cristianas!- Alejóse la anacrónica pareja, mirándolo todo con frustrado asombro, buscando en una desconocida aerociudad la manera más rápida de llegar al Toboso.
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