miércoles, abril 11, 2007

Hablando de Negocios

1993, por los menos en los términos que se ocupan de la solvencia económica fue un año difícil, Elio Tomasso – nuestro querido cuadrúmano madascarí – sufría de un terrible resfriado; ahí andaba el joven lemur con una sórdida gripe adquirida por un encuentro sexual del orden canino. A falta de una educación sexual correcta, Elio Tomasso se había follado por las narices al mastín de nuestro vecino el notario provenzal Fernán García Carmona. Elio Tomasso requería un tratamiento alopático. Para ese entonces nuestro único ingreso del tipo monetario era el de Warpola; el temerario poeta concreto, por el bienestar de sus desocupados camaradas falto de entusiasmo trabajaba en una colección de falsísimas églogas para las memorias del gobierno Argentino, trabajos a los que intituló Gratísima Invención de los males y otros poemas entorno a las Repúblicas Bananeras. Les estaba mintiendo. El estimable poeta Giussepe R. contrajo nupcias por tercera ocasión con la hispanoarabita Carola Bajo Maraja –pantera semisarracena dotada de caracolas de silicona – Giussepe se había enamorado de una prostituta, lujo carísimo para Warpola quien para ese entonces, sin saberlo pagaba nuestras distracciones . Kgargaría –malvado humanista – conforme a sus principios de deformidad y solo con propósitos de divertimento, daba lecciones de antropología en el orfanatorio José Camilo Cela, Geratho por recomendación de Kgargaria asistía a los cursos. Las finanzas andaban mal. Cuando el gobierno Argentino, por consejo de un grupo de críticos literarios se enteró de lo falso de las églogas, retiró a Warpola el giro monetario con el que sosteníamos la casa y a la esposa de Giussepe; mujer con la que todos a excepción de Waporla (quien la sostenía económicamente) nos habíamos acostado. El resfriado de Tomasso tuvo sus complicaciones. Kgargaria propuso falsificar autógrafos de grandes escritores. Se le ocurrió a razón de que un anticuario lo estafó vendiéndole un falso collar que supuestamente, había usado María Felix. Kgargaria –aficionado al bondage- pasó por una época entregado a lúgubres sesiones de onanismo, en las que se colocaba el susodicho collar y escuchaba Agustín Lara. Al parecer, el desperdicio seminal y la urgencia de nuestra mascota, le dieron la gran idea. Iríamos al congreso nacional de literatura en ciudad de México –desaliñados y con estampas de poetas cavilosos- y venderíamos las falsificadas rúbricas, a bobos estudiantes universitarios. Los precios eran obscenos; 2,000 pesos por un Aura con dedicatoria de Carlos Fuentes, investigábamos previamente el nombre del posible cliente y lo poníamos a su nombre, con todo y apellido. 1,800 por un libro de poesía selecta de Octavio Paz, 2,800 por un tomito de Le mur comentado por el mismísimo Jean Paul Sastre, etc. Kgargaria logró vender un libro de Wally firmado por Wally, Gherato terminó comprando su propio tomo de Octavio Paz, Kgargaria le firmó los senos a una académica libidinosa de 76 años y le regaló su “Historia Milenaria de Hermes” y Giusseppe se intoxicó con unas bebidas frutales que estaban ofreciendo. La venta fue un éxito. El monto recaudado fue utilizado para la curación de Elio Tomasso, para pensionar a la mujer de Giusseppe y para comprar un twister, un nintendo y una Biblia autografiada por el difunto papa Juan Pablo II.

Es la postal que le fue mostrada a Gherato para convencerlo acerca de la veracidad de la rúbrica del Santo Padre. El escuadrón Neónida utilizó esa biblia para innumerables actos heréticos...

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