Para Giussepe Rhex
Hay que ser un artista para entender a otro.
Los críticos de arte no se parecen mucho a los grandes pintores.
Norman Mailer.
Era 1991; falto de ánimo y solamente con propósitos de documentación, asistí con Tabita Caprice a la Filmoteca nacional de Santiago de Chile a ver Tough Guys Dont Dance (Los hombres duros no bailan - 1984), adaptación homónima de la siniestra comedia de enredos del escritor norteamericano Norman Mailer (América, La canción del verdugo, Un Sueño Americano, Los desnudos y los muertos).
Tabita, a falta de ocupación alguna, me acompañaba en el oficio de mi ilustración óptica, esto a propósito de una revisión que realizaba entorno a la última novela de Mailer: El fantasma de Harlot para una revista mexicana de urbanismo y literatura hispanoamericana.
El filme me pareció fascinante. Ella una vez terminada la función me hizo notar su desaprobación. Con motivo de desviar su opinión a mis intereses le hablé acerca de Mailer. Luego le mostré una fotografía del escritor que guardaba en los interiores de mi portafolio de badana de liebre de Malvinas.
El filme me pareció fascinante. Ella una vez terminada la función me hizo notar su desaprobación. Con motivo de desviar su opinión a mis intereses le hablé acerca de Mailer. Luego le mostré una fotografía del escritor que guardaba en los interiores de mi portafolio de badana de liebre de Malvinas.
A Tabita le impresionó mucho la fotografía, me dijo que le recordaba mucho a alguien pero que le desesperaba no saber a quién. Tabita Caprice en un acto de magna actividad mental logró efectuar una impresionante asociación mental.
Norman Mailer le recordaba a Norman Mailer. Impresionante para ser Tabita.
Luego me habló de su último viaje a Nueva York.
Tabita Caprice, vacacionista moderna y estudiante de sistemas en el Poli de Santiago, suponía haber visto en una reciente visita a New York al grandioso escritor norteamericano, según su informe Norman Mailer perseguía furioso a una de sus enfermeras a las afueras del Museo de Ciencias Naturales en Rochester.
La persecución era de alta velocidad, el supuesto Mailer conducía un Mustang color mostaza sin capote. Por su parecido físico e insolencia, Tabita suponía que era Mailer – El artista le gritaba a la enfermera: ¡Anda, vamos hacer el amor utilizando todas las preposiciones, todas las conozco se dice por ahí que soy un gran escritor! –Mailer detuvo el Auto a las afueras del museo y continuó con su persecución en los escalones, llevaba una bata de papel y bebía Whisky del gollete; el esplendoroso escritor cual primate regicida le gritaba a la enfermera: Anda déjame tocarte querida, anda, Acaso no te es notorio mi gran talento, anda déjame tocarte esa tú colita de hueso de conejo – Darling, let me touch your Little Rabbit back bone – Repitió en varias ocasiones Tabita cual campesina inglesa; la enfermera aplicando las artes de la escapatoria había perdido al colérico escritor. Tabita parecía emocionada. Cuando terminó con su historia, yo le dije que no dudaba la aparición de tales actitudes en la figura de Norman Mailer, aquel no sería su primer crimen del orden pasional.
Norman Mailer –El terrible escritor pugilista – como lo solía nombrar en sus revisiones pasionales el humorista de la BBC: James Copper, se distinguía desde hacía mucho tiempo por su aparición en tales eventos.
Yo, en realidad no dudaba tal encuentro, tales actos eran típicos del escritor; Mailer, figura del gran divo del oeste tardío; grandioso pensador moderno, centinela normativo y asaltante político, era famoso por haberle dado seguimiento a la saga de escándalos que había comenzado con su apoyo al homicida serial Jack Abbott en la búsqueda de su libertad condicional. Peleas con grandes escritores (Capote, Callaway, Burton Keys). Problemas de política internacional (Corea, Viet - Kong, Puerto Rico), ante tal genealogía no me parecía extraño el episodio de la enfermera.
.-Imagínate Tabita, aquel basilisco, en 1960, apuñaló, de forma violenta a su segunda mujer Adele Morales con un cortaplumas durante una fiesta...
Tabita parecía interesada en los datos menores del escritor.
Ese día hablé muy mal de Norman Mailer. Tabita me pidió la fotografía.
Días después Tabita nerviosa me llamó a la oficina.
Cuando recibí la llamada, yo estaba de un pésimo humor; al consejo editorial de la revista de urbanismo y literatura hispanoamericana no le había gustado mi revisión, me habían enviado una nota con un tono de desaprobación general en la que me hacían notar entre otras cuestiones el hecho de que Mailer era un gran autor, cómo era yo capaz de reducir su obra a su sexualidad.
.- Antón, no terminé la historia de la última vez, cuando la enfermera escapó yo tomé su lugar. Mira Antón, te voy a decir la verdad, creo que me acosté con Norman Mailer; no estoy segura de que fuera él. Antón, tú sabes que a mí no gusta la literatura pero anda dime: ¿Me acosté con un buen escritor?
Norman Mailer le recordaba a Norman Mailer. Impresionante para ser Tabita.
Luego me habló de su último viaje a Nueva York.
Tabita Caprice, vacacionista moderna y estudiante de sistemas en el Poli de Santiago, suponía haber visto en una reciente visita a New York al grandioso escritor norteamericano, según su informe Norman Mailer perseguía furioso a una de sus enfermeras a las afueras del Museo de Ciencias Naturales en Rochester.
La persecución era de alta velocidad, el supuesto Mailer conducía un Mustang color mostaza sin capote. Por su parecido físico e insolencia, Tabita suponía que era Mailer – El artista le gritaba a la enfermera: ¡Anda, vamos hacer el amor utilizando todas las preposiciones, todas las conozco se dice por ahí que soy un gran escritor! –Mailer detuvo el Auto a las afueras del museo y continuó con su persecución en los escalones, llevaba una bata de papel y bebía Whisky del gollete; el esplendoroso escritor cual primate regicida le gritaba a la enfermera: Anda déjame tocarte querida, anda, Acaso no te es notorio mi gran talento, anda déjame tocarte esa tú colita de hueso de conejo – Darling, let me touch your Little Rabbit back bone – Repitió en varias ocasiones Tabita cual campesina inglesa; la enfermera aplicando las artes de la escapatoria había perdido al colérico escritor. Tabita parecía emocionada. Cuando terminó con su historia, yo le dije que no dudaba la aparición de tales actitudes en la figura de Norman Mailer, aquel no sería su primer crimen del orden pasional.
Norman Mailer –El terrible escritor pugilista – como lo solía nombrar en sus revisiones pasionales el humorista de la BBC: James Copper, se distinguía desde hacía mucho tiempo por su aparición en tales eventos.
Yo, en realidad no dudaba tal encuentro, tales actos eran típicos del escritor; Mailer, figura del gran divo del oeste tardío; grandioso pensador moderno, centinela normativo y asaltante político, era famoso por haberle dado seguimiento a la saga de escándalos que había comenzado con su apoyo al homicida serial Jack Abbott en la búsqueda de su libertad condicional. Peleas con grandes escritores (Capote, Callaway, Burton Keys). Problemas de política internacional (Corea, Viet - Kong, Puerto Rico), ante tal genealogía no me parecía extraño el episodio de la enfermera.
.-Imagínate Tabita, aquel basilisco, en 1960, apuñaló, de forma violenta a su segunda mujer Adele Morales con un cortaplumas durante una fiesta...
Tabita parecía interesada en los datos menores del escritor.
Ese día hablé muy mal de Norman Mailer. Tabita me pidió la fotografía.
Días después Tabita nerviosa me llamó a la oficina.
Cuando recibí la llamada, yo estaba de un pésimo humor; al consejo editorial de la revista de urbanismo y literatura hispanoamericana no le había gustado mi revisión, me habían enviado una nota con un tono de desaprobación general en la que me hacían notar entre otras cuestiones el hecho de que Mailer era un gran autor, cómo era yo capaz de reducir su obra a su sexualidad.
.- Antón, no terminé la historia de la última vez, cuando la enfermera escapó yo tomé su lugar. Mira Antón, te voy a decir la verdad, creo que me acosté con Norman Mailer; no estoy segura de que fuera él. Antón, tú sabes que a mí no gusta la literatura pero anda dime: ¿Me acosté con un buen escritor?
Norman Mailer se ha casado ocho veces; desde 1980 está casado con Norris Church, y tiene diez y nueve hijos.
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