-¿Me amas?-
Normalmente me dispongo a dar ligeros besos en los hombros mientras bajo el tirante de la blusa. Esas conversaciones postsexo sólo me afirman que algo no anda bien, sobre todo cuando no hay un cigarrillo de por medio. No lo niego, ella es un hada rockera, con sus tatuajes de Mark Ryden y John John Jesse, las expansiones en donde mi dedo traspasa hacia su nuca suave, esa perforación ladeada en labio inferior que llama al sexo oral de manera intransigente y antioxidante, su conocimiento de fotografía y Helsinky, las estrellas en las caderas con hueso mediterráneo, esa perfección que tiene para la poesía escandinava del siglo XVIII y su padre diseñador de interiores en Estocolmo. Aun así, no, no la amo.
-¿Por qué no me contestas?-
Entonces la culpa. Su mirada que no deja de brillar en la oscuridad, será por los ojos tan verdes. Y no dejo de pensar en el cigarrillo que tanta falta me hace. Nuestra cómplice desnudéz se aferra a las sábanas azul marino y ella con sus senos a la almohada se empieza a enfríar por dentro, siendo que hacía unos minutos podría haber quemado a la mismísima Esmirna con sus labios de tartufo.
-¿Qué? Dime algo, no te puedes quedar callado-
Invento formas en el techo, casi siempre demasiado geométricas, cubos y romboides. Empieza la punzada en el vientre mientras paso saliva. Adquiero la posición fetal mientras le doy la espalda, alcanzo a sentir como su respiración toma cierta prisa, adelantándose a su corazón de terciopelo morado; siempre imagino su corazón pintado por Audrey Kawasaki o Trevor Brown, sí, un corazón artnuveau de terciopelo púrpura.
-¡Vete a la mierda! ¡Cabrón! Sabía que sólo querías follarme-
Y no sé por qué pienso en una novela de Gombrowicz que leí hace un par de meses, no tiene nada que ver con que me esté mandándo a la mierda, en realidad imagino ese "cosmos" del que no puedo salir y que en ciertas situaciones se trastorna por un uso simple del lenguage, pero desnudo y con la erección a medias, no me atrevo a mirarla a la cara y decirle lo que pienso. Puedo sentir como se pone de pie y comienza a buscar su ropa en la oscuridad, lo que ella no sabe es que sus bragas están justo frente a mí, puedo oler la crema de kiwi que utiliza cuando termina de ducharse.
-¡Te odio!-
La voz ha cambiado y ahora es entrecortada y moquienta, es claro que llora y se arripiente de hacerlo. Escucho ruídos através de la cama y como ella tropieza con los libros tirados al suelo. Busco un poco más de cobija y me tapo por completo, me oculto debajo para no saber nada más, puedo sentir como se enciende la luz y ella empieza hablar consigo misma, en su idioma. En mi guarida de algodón imagino que vivo en una caverna, que soy un ser lejano y desnudo en un pequeño hueco sobre la tierra. Recuerdo que tengo cita con el tatuador mañana a las 10:00am y que Marianne Faithfull toca en el Círculo de Bellas Artes a las 21:00pm, mi humor cambia por segundos para volverse emoción fracturada, ya que tengo dos boletos y ahora no sé qué hacer con el otro, no creo que Juliana quiera ir conmigo después de esto.
-¿Sabes? Te vas a arrepentir ¡Ojalá te mueras!-
Me quedo paciente para escuchar el azote de la puerta pero nada. Ni un sólo sonido, ni llanto, ni mocos regresando a la garganta larga y blanca de Juliana. Después de varios minutos me asomo de mi escondite de algodón y calor, y ella ahí. Con los vaqueros puestos y la blusa al revés, sujetando su chaqueta de piel roja en el antebrazo. Mirandome, con su belleza de porcelana y sus párpados chorreados de maquillaje, lamiéndose los labios una y otra vez para probar lo poco que queda del sabor a tartufo. Sonríe. Y yo sudando, con el cabello mojado y los ojos tan abiertos de su hermosura. Parece que me da una última oportunidad. Saco una pequeña voz de entre mis púlmones que se acerca a un duende asustado y lo único que puedo decirle ante mi admiración y extrañeza es que olvidó ponerse la bragas mientras las saco de entre las sábanas, mostrando a Kitty Cat una y otra vez serigrafiada por toda la parte frontal, es una tanga.
Normalmente me dispongo a dar ligeros besos en los hombros mientras bajo el tirante de la blusa. Esas conversaciones postsexo sólo me afirman que algo no anda bien, sobre todo cuando no hay un cigarrillo de por medio. No lo niego, ella es un hada rockera, con sus tatuajes de Mark Ryden y John John Jesse, las expansiones en donde mi dedo traspasa hacia su nuca suave, esa perforación ladeada en labio inferior que llama al sexo oral de manera intransigente y antioxidante, su conocimiento de fotografía y Helsinky, las estrellas en las caderas con hueso mediterráneo, esa perfección que tiene para la poesía escandinava del siglo XVIII y su padre diseñador de interiores en Estocolmo. Aun así, no, no la amo.
-¿Por qué no me contestas?-
Entonces la culpa. Su mirada que no deja de brillar en la oscuridad, será por los ojos tan verdes. Y no dejo de pensar en el cigarrillo que tanta falta me hace. Nuestra cómplice desnudéz se aferra a las sábanas azul marino y ella con sus senos a la almohada se empieza a enfríar por dentro, siendo que hacía unos minutos podría haber quemado a la mismísima Esmirna con sus labios de tartufo.
-¿Qué? Dime algo, no te puedes quedar callado-
Invento formas en el techo, casi siempre demasiado geométricas, cubos y romboides. Empieza la punzada en el vientre mientras paso saliva. Adquiero la posición fetal mientras le doy la espalda, alcanzo a sentir como su respiración toma cierta prisa, adelantándose a su corazón de terciopelo morado; siempre imagino su corazón pintado por Audrey Kawasaki o Trevor Brown, sí, un corazón artnuveau de terciopelo púrpura.
-¡Vete a la mierda! ¡Cabrón! Sabía que sólo querías follarme-
Y no sé por qué pienso en una novela de Gombrowicz que leí hace un par de meses, no tiene nada que ver con que me esté mandándo a la mierda, en realidad imagino ese "cosmos" del que no puedo salir y que en ciertas situaciones se trastorna por un uso simple del lenguage, pero desnudo y con la erección a medias, no me atrevo a mirarla a la cara y decirle lo que pienso. Puedo sentir como se pone de pie y comienza a buscar su ropa en la oscuridad, lo que ella no sabe es que sus bragas están justo frente a mí, puedo oler la crema de kiwi que utiliza cuando termina de ducharse.
-¡Te odio!-
La voz ha cambiado y ahora es entrecortada y moquienta, es claro que llora y se arripiente de hacerlo. Escucho ruídos através de la cama y como ella tropieza con los libros tirados al suelo. Busco un poco más de cobija y me tapo por completo, me oculto debajo para no saber nada más, puedo sentir como se enciende la luz y ella empieza hablar consigo misma, en su idioma. En mi guarida de algodón imagino que vivo en una caverna, que soy un ser lejano y desnudo en un pequeño hueco sobre la tierra. Recuerdo que tengo cita con el tatuador mañana a las 10:00am y que Marianne Faithfull toca en el Círculo de Bellas Artes a las 21:00pm, mi humor cambia por segundos para volverse emoción fracturada, ya que tengo dos boletos y ahora no sé qué hacer con el otro, no creo que Juliana quiera ir conmigo después de esto.
-¿Sabes? Te vas a arrepentir ¡Ojalá te mueras!-
Me quedo paciente para escuchar el azote de la puerta pero nada. Ni un sólo sonido, ni llanto, ni mocos regresando a la garganta larga y blanca de Juliana. Después de varios minutos me asomo de mi escondite de algodón y calor, y ella ahí. Con los vaqueros puestos y la blusa al revés, sujetando su chaqueta de piel roja en el antebrazo. Mirandome, con su belleza de porcelana y sus párpados chorreados de maquillaje, lamiéndose los labios una y otra vez para probar lo poco que queda del sabor a tartufo. Sonríe. Y yo sudando, con el cabello mojado y los ojos tan abiertos de su hermosura. Parece que me da una última oportunidad. Saco una pequeña voz de entre mis púlmones que se acerca a un duende asustado y lo único que puedo decirle ante mi admiración y extrañeza es que olvidó ponerse la bragas mientras las saco de entre las sábanas, mostrando a Kitty Cat una y otra vez serigrafiada por toda la parte frontal, es una tanga.
1 comentarios:
no sé, pero me parece demasiado sexy!! es un texto muuuuuuuy sexy, bien.
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