martes, marzo 13, 2007

Ilyon o El Canto de la Viruela. (Fragmento)

"Y fue entonces cuando, en envidiable hora de asombro, traspuestos los volcanes nevados, los hombres de Cortés ("polvo, sudor y hierro") se asomaron sobre aquél orbe de montañas y fulgores ."
-Alfonso Reyes, Visión de Anáhuac.

Hoy habita una ciudad, una planicie de luces, un entramado de vectores a chorro de glucosa fluorescente, canalizada red de nervios encendidos, organigrama de avenidas y de tránsito, cemento pútrido sobre un estercolero de esmog y multitudes. Descansa esta ciudad sobre el lecho de un lago desecado, arroja su lunar mueca de pez fósil, a cuestas mantiene la brutal endodoncia de las antenas y los cables.
Antes Anáhuac, Acolhúa, Triple Alianza –Corazón del Mundo, valle entre volcanes, recipiente de cristal entre las manos del fuego y de la nieve. Inmensidad –tapiz acuático de garzas, alfombra de espejos y chalupas, donde los reyes de los hombres se convertían en aves. Cimbraba la caracola en el Anáhuac, sus ecos de obsidiana en las caderas de los cerros, el atambor siniestro, el palo de lluvia, las flechas y el jade; y los mil pueblos en las riberas del Texcoco, temerosos y sanguinarios por los terribles ídolos del fuego. Dulce era el amanecer en Anáhuac, diosa desflorada y ofrecimiento de las vírgenes, y el multicólor de las guacamayas, en el jaguar zoológico de los emperadores. Tenochtitlan ombligo lacustre, capital albina, acrópolis de cal y canto; a ti las cuatro calzadas de los rumbos, desde ti los sacrificios de los hombres. Señorío arrogante, pesada milicia de las águilas, en el islote del crótalo el dedo divino señaló tu sitio y levantaste una maqueta de los cielos, replicaste con las escaleras de tus templos la arquitectura de las montañas conurvadas. Fue solar tu estirpe, Tenochtitlan, aspiraste a los designios celestes, a la pluma y al jade, a la fachada de la Casa Preciosa y fue por eso que desde Anáhuac, que adivinaste morada de los Señores aéreos, expandiste el tributario terror de tus imperios. Así pecaste, Tenochtitlan, rompiste el orden divino, fragmentaste el pacto, alteraste el proyecto de los dioses en Anáhuac y pensaste, ingenua tú quién lo hubiera dicho, que la gloria de tus plazas duraría mil calendarios. Te abandonaron Tenochtitlan: tus dioses, tus aliados, tus esclavos todos, se volvieron en tu contra y te ofrecieron al submundo, al Cipactli, a las cuevas –fauces del Lagarto de la Tierra. No advertiste tú, luminosa cal de la escalinata diurno, que el enemigo de acero te entregaría a la noche, por devoción a su crucificado impío, y propagaría la peste, la hinchazón de cadáveres y buitres en tus plazas y mercados, y te mataría de sed, a ti y a toda la Anáhuac. Fue por tu causa Troya –Tenochtitlan, que El Parásito arruinó el valle, defecó en el recipiente entre las manos del fuego y de la nieve, y a partir de tu acrópolis de águilas, calcó la maqueta de los infiernos, la Babylon negra que no cesa de repetir tu caída.
Ya no es dulce el amanecer en Anáhuac, ya no cantan las guacamayas, y los jaguares en el zoológico de los emperadores han muerto de miedo. Hoy habita una ciudad, una planicie de luces, un entramado de vectores a chorros de glucosa fluorescente, canalizada red de nervios encendidos, organigrama de avenidas y de tránsito, cemento pútrido sobre un estercolero de esmog y multitudes. Antes Anáhuac, Acolhúa, Triple Alianza –Corazón del Mundo, valle entre volcanes, recipiente de cristal entre las manos del fuego y de la nieve.

Imagen: Bruno Peinado.


1 comentarios:

Anónimo dijo...

y sí la madre rata...es dios?...tal vez esos expedicionarios se dieron cuenta de aquello y ahora están perturbados por eso...será bueno matarla, tal vez ella mueva todas las palancas del mundo desde el núcleo de la tierra...no lo sé...hay que ser precavidos