La revolución dijo: yo fuí, yo soy, yo seré.
Ahí estábamos, organizando la ponencia que sin saberlo nos llevaría a la fama. Yo llevaba 3 años en Frankfurt, era mayo de 1970. Asistíamos a la biblioteca del Insitituto de Investigación para completar lo que sería años después "Teoría neónida sobre el movimiento anti-nuclear y la izquierda rádical en Alemania Occidental". Leíamos la revista Konkret, sobretodo los artículos de Ulrike Meinhof. Teníamos cierta empatía con sus letras y la admirábamos como periodista. Aquél año Andreas Baader había sido capturado por incendiar un par de tiendas departamentales y se corrían rumores de que estaba preso cerca de la biblioteca. Debímos haberla reconocido, con los ray-ban y el estuche de terciopelo azul celeste, el cabello largo y la estatura anarquista. Antoniuz Kgargaria y yo leíamos un tratado sobre disoluciones postmarxistas, conocíamos bien al bibliotecario, un hombre de unos sesenta años, regordete y rosado. Cerca de nuestra mesa de estudio, un chico delgado, de téz blancúsca y barba prominente, leía un libro grueso de piel marrón mientras un cerco de sudor se formaba en su camiseta gris oscuro. Recuerdo haber escuchado un disparo y como una ventana inmensa caía en trozos esponjosos hacía la duela brillante. El chico sudoroso y ahora sonriente se levantó de prisa con la mirada acuosa, ella se acercó con una delicadeza demasiado tenáz y le ofreció un rifle MP5. El bibliotecario expulsaba sangre del hígado y balbucéaba gotas de dolor. Kgargaria y yo nos ocultámos debajo de la mesa, aún así, nos dimos cuenta de la pareja que salía corriendo y riendo como un par de niños traviesos por en medio de las columnas de la puerta; eran Ulrike Meinhof y Andreas Baader, se subieron a un BMW y partieron a hacer historia para formar un par de meses después lo que la prensa llamaría Baader-Meinhof-Bande (banda Baader-Meinhof). Después nos enterámos por medio de panfletos y publicaciones clandestinas de la universidad que se estaba formando el movimiento del que años después seríamos expulsados por no compartir el buen uso de armas y bombas molotov, eramos lentos y poco atinados con nuestros objetivos. La Fracción del Ejército Rojo, RAF o Rote Armee Fraktion, era lo más comentado en Alemania por esas épocas, la mayoría de los jovénes sentíamos empatía con ellos, era verlos con sus gafas ray-ban pegadas al viento, con los pantalones entubados, deslavados, y el cabello largo, siempre utilizando autos deportivos para sus atentados (Baader-Meinhof Wagen). Nos parecía un grupo de rock con tendencias chic hacia el anti-capitalismo, utilizando bombas contra empresarios y robando bancos sin condecendencia para recaudar fondos, queríamos ser parte de aquello. Seguímos todos los movimientos de la RAF y los apoyábamos en México con la revista Neón y Revolución que publicaba la Universidad Autónoma de México en el año 1971, la que después se llamaría Neónida Lemur Project. Cuando el 9 de mayo de 1976 no enterámos de que Meinhof había aparecido muerta en su celda, ahorcada, el día del aniversario de la derrota nazi, no pensámos dos veces pertenecer a la segunda generación de la RAF. Como decía, particípamos en dos atentados, uno contra una tienda de polyester americano, que fabricaba colchas y fundas para sofás. Primero Kgargaria falló el tiro y voló un contendor de vidrio dejando una oleada de vidrios en la cara de varios guardias de seguridad, como salida fácil, digo que lo había hecho aproposito, siendo que su objetivo era el extintor que se encontraba a más de cinco metros de distancia. Por mi parte, la bomba molotov que no pude encender a tiempo, sino varios segundos después, rodó prendida hacia el parque, volando una escultura marmolesca de Cicerón. Al día siguiente la prensa tachó el atentado como vulgar y anti-intelectual, ya que la filosofía griega era la causa del pensamiento moderno. En el segundo atentado, yo era el conductor del BMW que terminé estrellando contra una escuela de niñas con falda escocesa, y Kgargaria se quedó en el piso cuidando a la hija del abojado izquierdista Klauss Honfauher. Así, inútiles y con poca barba fuímos expulsados. Regresamos a México para desarrollar aquella ponencia que empezaba narrando la experiencia en la biblioteca de Frankfurt, el día que la revolución y la banda más importante y fashion de Alemania se había consagrado. Ahora, muchos años después, Kgargaria desarrolla una nueva tendencia de ultra radicalismo en los lemures, intenta generar divisiones obreras para después por medio de sindicatos, los lemures aprendan el arte del estencil y propagen sus ideas revolucionarias y políticas. Por mi parte, pienso en Ulrike y de alguna manera extraña, creo que siempre fue una mujer muy triste.
2 comentarios:
Ahhhhh Magister, qué maravilla de texto, al fin veo que has dejado por un momento tus convsersaciones con el Cosmos. No se qué decir, me siento halagado de que aún recuerdes nuestras andanzas en Alemania, sólo pudiste haber sido tú, esto tan bueno, tan divertido, jaja! genial, fantástico nomás. Te confesaré la historia de cómo supimos que era tuyo: primero le agradecía a Gheratto, el cual se sroprendió y me dijo "Qué texto", y luego le hablé al Rexh quien ya dormía, pero de inmediato me dijo: "Ah, Kgargaria, te quedó muy bueno ese de Guerrilla Urbana" a lo que le respondí "pero si yo hablaba justamente para decirte lo mismo"... así nos percatamos del verdadero autor. Qué cosa, qué bueno que has vuelto a la narrativa chico, esto es dinamita pura, te amo con locura!!!! y te espero en la Casa Neónida, Salud Imperio y Féminas, y ya me vengaré....
Neónidas, retornaron con fuerza, como debe de ser...
Saludos.
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