viernes, diciembre 22, 2006

Verano del 77



Algunas veces, simplemente no podía dejar de mirarle,
recargada en sus rodillas como si fueran dos algódones brillantes.
Nos alejábamos del susurro,
impacientes
para posarnos sobre el borde del puente y contar libélulas,
contemplar la fuerza del agua que por las tardes de julio...
se réflejaba en nuestras manos sucias.
Ella, se recogía el cabello húmedo,
insásiable,
cabello de lodo,
cabello de río.
Nunca contábamos los mismos dragones,
ella siempre decía que eran más, que yo los asustaba con mis chapotéos torpes.
Lanzábamos piedras púrpuras hacía la refracción que se desvanecía
de golpe,
la fuerza de sus brazos tostados me próvocaban
que sus hombros renácieran al sol,
como dunas espejeadas.
Al anochecer pasaba por mí,
en su vestido amarillo,
en su moño amarillo,
en su rugir amarillo.
Desde la ventana la dejaba esperando un poco para suspirar...
y de vez en cuando llorar.

Tomábamos ramas de la jacaranda,
una jacaranda ya cansada.
Inventábamos al universo y yo la rescataba.
Comíamos uno frente al otro sobre el pasto incándecente,
ella sonreía mirando hacia arriba,
sonreía a las constelaciones fulminántes,
sonreía río,
sonreía frambuesas.
Pocas noches la acompañé de regreso a casa,
la miraba subir las escaleras de madera,
con el vestido en vaivén de coplas nocturnas,
mostrando más allá que un par de muslos.
Antes de cerrar la puerta me miraba por última vez dejándome...
un guiño de despedida,
una ventisca de lejanía.
Soñábamos con los cometas,
con las caracolas de cristal,
con las anémonas vestidas de frac,
y así todo el verano.
La última noche la besé.
Labios vírgenes,
labios de colchón,
labios perfumados con algodón de feria,
labios de río.
Me miró con un destello*
que sólo ella tenía,
me tomó de las manos,
temblando,
y me confesó al oído;
"Hasta el próximo verano"
.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

te haz fijado que siempre te digo grandioso cuando te leo por que lo eres, un reflejo de luna enamorada ashhh ... abrazame

Anónimo dijo...

Me hace feliz ver que regreses a hablar de los sentimientos que dan origen, de la forma en la que debe hacerse... dejando de lado demonios aunque sea por periodos intermitentes... tarde que temprano cesarán sus apariciones fugaces.