viernes, mayo 09, 2008

W desaparecido

Sin epígrafe

¡W se ha desvanecido! gritó un muerto que nada tenía que hacer en esta parte del infierno. Intuíamos que el tiempo y el espacio eran ya una bruma, una gelatina a medias, sin sabor. Los muertos gritan todo el tiempo, es insoportable, gritan nombres desconocidos y afirmaciones obvias, gritan de susto y de hambre, aunque ya no les quepa comida, aunque el hambre ya no exista en el mundo de los muertos o en el infierno o en esa parte del infierno, pero están hambrientos y aunque coman no se llenan nunca, algunas veces se terminan devorando entre ellos mismos, y es tonto llamarlos caníbales o antropófagos porque los muertos comen muertos, siempre se han comido muertos. Entonces como es de suponer el infierno es un lugar enorme, del tamaño de un planeta, y nosotros estamos en lo que viene siendo la Latinoamérica del inframundo, y no es que por ser latinos nos hayan seleccionado aquí, sino que por azahar de las cosas W llenó un memorando en donde decía en vida que Latinoamérica era un infierno para los vivos, evidentemente nos hizo leerlo y analizarlo y ahora aquí estamos, entre aullidos y aguas negras, entre colisiones de autos viejos y frutas podridas, sobre prostitutas asesinadas en desiertos, al alba de un atardecer atómico que no termina nunca, entre fuego y frío en una fiebre constante que derrumba columnas y puentes, y el muerto…el muerto que ha gritado por W, un noruego confundido, ha sido devorado por un par de taxistas torturados y violados, taxistas desesperados por pasaje, taxistas del norte de México que en un impulso se sienten ofendidos por el extranjero cadáver.

Todo fluye con una prisa demoledora, no hay forma de reaccionar o de improvisar, todo va al ritmo de un jazz paranoico, cubista, los muertos han olvidado por qué están muertos e intentan seguir con vida, hacer con lo que hacía mientras estaban vivos; se piensan en sus redes de putrefacción y no se dan por vencidos, intentan respirar hasta que desaparecen en una nube de smog apestoso. La muerte es autodefensa, nos separamos de la materialidad y de las sociedades para formar masas sin sentido, no hay nada peor que un grupo de muertos intentando analizar a los muertos, el infierno y sus alrededores, estudiosos de los muertos como especie, admiradores del comportamiento sicótico del muerto, y sin embargo no se dan cuenta de que ellos también están muertos, los sociólogos del infierno son una epidemia incontenible. Y luego el muerto que quiere analizar a un muerto, lo sienta en un sofá destrozado, sin pata delantera, descosido, del cual se desprende un olor a carne, carne fresa, pero eso, en el mundo de los muertos es asqueroso, tendría que estar podrida, y entonces el muerto le pregunta al muerto que por qué se siente así y el muerto dice que porque le tiene miedo a la muerte, entonces el cadáver, el Doctor Zombie se cruza de piernas y también olvida que él está muerto y más putrefacto que el muerto al que intenta llamar paciente muerto. En esta parte del infierno las mujeres son encantadoras, algunas no tienen ojos, o tienen los labios degollados y sangrientos, las tetas moradas y caídas, las uñas largas y enmohecidas, casi todas tienen el cabello largo y gris, parecen viejas, viejas que a la vista son bestias, pero que en el fondo emanan una belleza pura y que eso demuestra que las mujeres que van al infierno se arrepienten profundamente, y entonces aquí, en esta cloaca en llamas, las mujeres son poetas, son filósofas y pintoras, bailarinas y fotógrafas del pasado, recuerdan que en algún momento eran hermosas y aunque también olviden que han muerto, escriben versos sobre la vida, sobre el amor, porque el amor en el infierno es una palabra confusa, un verbo alejado de la tortura y la maldad, una sensación que duele inmensamente, y como las mujeres aguantan más dolor que los hombres, sólo ellas se atreven a hablar del amor, por eso están más putrefactas y su piel se desprende mientras caminan entre animales engusanados y centros de arte abandonados.

No hay sexo en el infierno, la mayoría somos católicos y un escritor chileno dijo que los católicos no se suicidan pero sí que se masturban, él no está aquí, porque de seguro está en el infierno de los intelectuales, que sin duda, ha de ser el peor de todos los infiernos. Y así, por las calles humeantes, ruidosas y llenas de basura y larvas, escuchas como se masturban los muertos, sabiendo que nunca alcanzaran un orgasmo, nunca terminaran, nunca derramaran su semen, entonces su masturbación es infinita y sus quejidos siempre se guardan entre los edificios y las ratas. W nos ha dejado solos, se ha desvanecido de este infierno en donde seguramente pronto terminaremos enloquecidos y olvidando que estamos muertos, enterrados o quemados. Nunca se duerme, nunca se sueña, es un insomnio constante que sin duda te acerca a la locura, pero la locura en este infierno no es locura, es síntoma, es vida, entonces la locura no se siente, se agiganta y absorbe hasta enmudecerte, se retroalimenta de los demonios que algunas veces pasan volando demasiado bajo y avientan gruñidos espeluznantes, es un halo de locura que sólo se siente cuando recién llegas, después lo olvidas, junto con tu mente y tus reacciones, olvidas que al estar muerto no hay nada que perder ni nada de que sorprenderte. Antes de que nos vayamos, de que nos olvidemos de nosotros mismos, pienso en W y lo imagino en su propio infierno, en donde sus órganos vitales han dejado de ser órganos y ahora son piezas de un ajedrez demoníaco, en donde sus pensamientos se transforman en gigantes y en brujas. Lo veo sentado en un cuarto oscuro, escuálido; y antes de que olvide que estoy muerto lo recuerdo como un buen muerto, un muerto que intentaba siempre estar bien muerto. El infierno, nuestro infierno no se acaba nunca, se escuchan los televisores aunque aquí no existan televisores, puedes ver por las aceras anuncios publicitarios y entonces quieres consumir todo lo que venden, pero sabes que no puedes comprarlo en ninguna parte porque en el infierno los publicistas son buenos, son ángeles que solamente quieren verte sufrir y agonizar. Y poco a poco olvidamos que estamos muertos, olvidados de un Belcebú, en una historia tan mefistofélica que aburre y deprime hasta el falso final, que la literatura no se siente más por aquí, se escucha un ligero susurro de alguien citando a algún poeta, a alguna escritora, o puedes de pronto mirar a lo lejos unas páginas medio escritas, se escucha una canción bailable y eso, es porque este infierno sigue siendo demasiado latinoamericano.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

POr fin se pude leer algo. Y valio la pena la espera. Es increible!! un infierno viviente, quien escribió esto??? escriban mas neonidas.

hada asesina dijo...

"siempre he pensado por no decir; porque lo digo yo" que W es un buen muerto

Anónimo dijo...

8

Anónimo dijo...

8? es la calificación?

Anónimo dijo...

Leí algunos textos, éste último, con todo respeto, es una mierda. Ya dejen de escribir esas tonterías de que el mundo es un infierno y estamos todos condenados a esta idea católica de venir a sufrir y vernos la cara de pendejos, el que se baña con mierda va a querer bañar con mierda a los demás, los invito a que maduren su escritura y busquen nuevos temas, no sigan fomentando infiernos que no existen. Es como darle un puñal más al lector, para que siga lamentándose, pues su literatura SÓLO es leida por seres depresivos como ustedes, que además los alaban en comentarios falsos; escriban para otro público,más alto,¿pueden?

Anónimo dijo...

Sí. Acepten el reto, intenten poder.
Escriban para un público mayor, más amplio. Tienen una responsabilidad para con el lector que los lee. Vuélvanse Paulo Coelho. Entren a la Academia de las Letras. Escriban mierda, pero nunca hablan de ella.

ivan dijo...

el anónimo de las 2:03 p. m. me la pela