jueves, marzo 13, 2008

Venturosa Conclusión

Prevalece hasta ahora una pugna discreta entre magos y payasos. Querella que ha tomado al disimulo como estrategia de combate, erigiéndose así como una lucha de sinuosidades y malicias que parece no hallar solución. Comúnmente, ocurre que frente al gesto desvergonzado del cómico, responde el mago con un toque fugaz en su prodigiosa chistera. La audiencia se debate entre el asombro y la carcajada. El bufón le hace frente al ridículo desde la combinatoria de su fuego y malabar, así como el mago siembra el misterio en la conciencia más incrédula. Hace unos días en una fiesta infantil sucedió lo inevitable. Los niños, jueces implacables sobre quienes recae el veredicto, han tomado un inteligente subterfugio; contemplar con asombro al payaso y reír sin mesura con los embelecos del mago. Los artistas, magos y payasos, son víctimas entonces de una terrible confusión. El histrión, al advertir el poco efecto de sus gracias, nublado por la posible gravedad de su pantomima, se derrumba en un golpe de tristeza y desaparece súbitamente del escenario. El mago, sorprendido por las risotadas que provocan sus conjuros fantásticos, cree haber sido descubierto en lo más íntimo de su arte. Avergonzado, no tiene otro remedio más que esbozar una sonrisita timorata y saludar al público con expresión idiota. Siendo así que al final del día esa polémica milenaria se ha resuelto de la manera más elegante: teniendo payasos que desaparecen como magos, y magos que sonríen como payasos.

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