sábado, agosto 25, 2007

Parte VII. En donde se pierden mirando una película



(En LSD, en plasma líquido, a la mitad de un grito tvforme)


Era de Taboada, y con mi pretenciosa capacidad de nigromante, llegaban a mí la niña y la bruja, el hada y la abuela, la rana y el barco -Ya la he visto, más de veinte veces- pensé. Y el sofá empequeñeció, el terciopelo verde soldado que seguramente su abuela había heredado de algún tío hacendado, se encogía en mi cintura y en mis piernas provocando que ella se acercara a mí en un impulso de sobrevivencia. El sofá antes para tres, o para cuatro, ahora era para uno, y habíamos dos. La película se congeló en un grito compulsivo de niña patética en donde acto seguido se desvanecía en la lipotimia más falsa que jamás haya visto, y ahí estábamos, mirando la pantalla como si fuera un viejo fotograma y nosotros conocieramos de vidas enteras a esas personas, el temblor de la imágen ocasionaba que los cuerpos se contorsionaran entre ellos mismos, y el televisor era el titiritero de aquellos personajes aparentemente intocables y añejos. Nos miramos en un despliegue contínuo y pesado, la pausa de nuestros deseos carnívoros, el empujón para devorarnos hasta la médula y después salir victoriosos, satisfeschos; aventando pequeñas agruras que se seguramente se desvanecerán al aire como partículas de nosotros mismos, sin embargo (la pausa) que en contraste con nuestras vidas era el argumento que nos hacía falta para encerrarnos en una notoria y pasional rozadura de piel; una fricción tan ensalzada y agresiva, que la pantalla del televisor se desvancecía a cada contacto, interferencias de caricias, guerra de energía satelital corpórea, entre brazos, piernas, cuellos, tobillos, labios y senos, la señal desparecía, la imágen de la niña gritando a pulmón abierto, se alejaba en los abismos de algún gusano televidente que la llevaría hasta el paraíso de las refracciones y los plasmas, se fue completamente y aparecimos nosotros mismos semidesnudos, entrelazados en forma tvforme, ahí mismo, la pantalla se coloreaba de nuestros cuerpos mojados, se alimentaba de gemidos pausados y excitados, nos reflejabamos en una pantalla de veintisiete pulgadas, el sofá, el cuadro, el sostén sobre la mesilla de noche, el libro de Steinbeck, y el terciopelo verde soldado ahora púrpura. Nos perdimos en la médula de algún viejo satelite ruso o tal vez en el cable de una cadena americana, sin embargo es la mejor película que he visto.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

el sofa,la niña,las refracciones y el satelite...maravilloso

Anónimo dijo...

Excelente Warpolida, a mí también me hubiera gustado ver la cinta, espero captarla en la parabólica esta noche. Todo muy bien, felcidades y gracias.