Hace unos días tuve la oportunidad de hacer un viaje en compañía del chico Ghërato Dae Adeonimba, el mozo más delicado de la casa Neónida. El destinto: una bahía tornasolada del litoral pacífico, la cual nos recibió con todas las bondades que una zona costera puede ofrecer; pescado fresco, cielos límpidos y psicotrópicos herbales al alcance de la mano. Durante los cuatro días que duró nuestra escapada tropical, fuí testigo de los extravagantes hábitos de higiéne del jóven Ghërato, quien a pesar de su afán en ser todo un petimetre de provincias, no logró más que hacernos espectadores (a mí y a Fabio Quinto Seaux -hombre de ciencia encargado de los asuntos de robótica y telecomunicación en la casa Neónida) de su decadente negligencia. Mi amanerado compañero llevaba -como único equipaje-una toalla y siete cajetillas de cigarros norteamericanos. Dos noches, durmió con el traje de baño húmedo y empanizado de arena, utilizó como sábana su toalla descolorida, la tercera noche, la pasó a la intemperie en compañía de un perro lastimoso que se había acercado a nuestra casa de campaña en busca de un poco de comida. Evidentemente no se lavó los dientes, se limitó a utilizar una espina de pescado frito como mondadientes. Por si fuera poco, mi repugnante contemporáneo tiene la estrambótica costumbre de fumar en espacios cerrados. Nuestra casa de campaña estuvo siempre nublada por sus humaredas, detalle que al menos alejó a los mosquitos y otras alimañas ponzoñosas. No puedo negar que a pesar de su descuido, el chico Ghërato mantiene cierta dignidad, cierta magnanimidad brahamánica rezuma de su lasitud, por momentos podría ser considerado como un ermitaño sapiencial, aunque bastarían un par de palabras para develar su esencia de fauno montaraz y juguetón. Ayer, de vuelta en la casa Neónida, se oyeron unos alaridos provenientes de la lavandería. Ghërato acostumbra quedarse dormido a un lado del boiler, ya que -según él- el calor que de el proviene, lo transporta al regazo materno. Encontramos a nuestro excéntrico camarada hurgándose la entrepierna; se quejaba de haber visto salir una suerte de molusco verdinegro de su entrepierna. Antoniuz Kgargaria, pulcro narrador y cuentacuentos, lo tomó del brazo con violencia y lo arrastró hasta el centro del jardín. Warpola fue por la manguera y encendió la llave del agua. Yo desnudé a Ghërato y me encargué de incendiar sus ropas, entre todos le dimos un baño ejemplar a la medianoche. Lo rapamos y eliminamos las diversas formaciones de líquenes a lo largo de su cuerpo, lo empolvamos y lo dormimos con Elio Tomasso. Hoy por la mañana tomé el desayuno con ese chico, lo noté temeroso y poco desenvuelto, después de pasar una media hora intentando resolver el acertijo que venía al reverso de una caja de cereal, me pidió que lo acompañara a la tienda a comprar cigarros. En el camino un policía nos detuvo a causa de la desnudez de Ghërato, el chico había salido solamente con unos calzoncillos de batman. El muchacho ha estado triste, probablemente regresemos en un par de días a la playa.
lunes, abril 09, 2007
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1 comentarios:
Mi querida fiera de aguzada cola, antorcha excelsa de la inventiva moderna,gran texto, me hiciste reir (a mi y a todo mi orfanato) como idiota. Te quiere desde su descuido Geratho
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