domingo, marzo 18, 2007

De cuando el dolor... (Fragmento)




La precisión del dolor muchas veces es cuestionada por la causa, y nos damos la media vuelta sin dejar rastro o mínima deducción de los hechos que en realidad carecen de sentido. Fue por la tarde, siempre es por la tarde, regresaba del cine en donde dieron una versión añejada y sosa de una novela de Houellebecq. Normalmente las calles de Madrid son una eterna e inmesurable forma de sentirte pequeño y absurdo, de generarte un espasmo poco convincente sobre tu capacidad para generar olvido. La tarde en general se forma através de una masa ectoplásmica que viene del sur, levanta pocas nubes naranjas y no hay reflejo, porque el reflejo en base de refracción no existe por aquí. Todavía se me llenan los ojos de sangre y las manos se me enfrían cuando pienso en esto, no alcanzo el conocimiento suficiente para entender la razón que tenía aquella mujer, fue así, se me abalanzó de entre las sombras la manera tan brutal en la que se quitó la vida. Escuchaba en el iPod, por mera coincidencia, a Nick Drake, tarareaba River Man. Y sin sospechar de que aquella calma no era normal en un sábado, me dejé llevar por la poca sinceridad del viento. Ella llevaba unas botas de plástico rojas, el abrigo a medio hombro y su cabello rubio con flequillo no se movía. A veces el dolor que sentimos en alguna parte del cuerpo es a la vez un impulso conductor de reacciones equívocas. Las personas se matan por múltiples razones de las cuales todas ellas, son válidas. Nos querémos quitar la vida por que nuestro matrimonio es horrible y no sabemos cómo terminarlo, o por que nuestro matrimonio se terminó y lo deseamos de vuelta. La realidad es que aquella mujer no deseaba vivir más, no quería seguir siendo parte de esta realidad que algunas veces duele tanto. Tuve que ser el espectador, el oyente, el testigo autista de como la muerte se lleva a una persona, de como su cuerpo se vuelve una liga etiquetada por visceras y sangre. Parecía que la noche no iba llegar nunca, que el abrigo sobre la calle se iba a quedar allí por siempre. Y me senté a sacar respiros inmundos, a intentar soltar un grito que no salió nunca. Miraba a mi alrededor y sólo niebla, colores, hasta que caí en un profundo desmayo. Siempre quiero poner una canción de fondo a mi vida y que de pronto todo se vuelva como un videoclip de Gondry o Albertin. Sin embargo ahora prefiero que el soundtrack de mi vida sea tocado por Michael Nyman. Así es que somos de incoherentes y anhelamos las formas más básicas para que al final te arrojes de un puente y nadie toque nada de fondo o haya un gran director diciendo corte. No hay fórmulas para el dolor, ni conocimiento suficiente para canalizarlo. Pero sí que hay interpretación para la soledad o el desamor, y nos levantámos por las mañanas y deseámos que el universo sea igual de amoral que nosotros, eso no pasará nunca. Aquél día me fuí a casa después de hablar con un par de policías, me recosté en mi cama y no quise hablar con nadie. Lloré. Lloré por mí, por no darme cuenta de que al final la vida es la materia más incipiente y efímera, que lo único que nos queda es la falsa salvación de que después de la muerte vamos a ser realmente felices, y que nadie sabe decirnos nada al respecto. El oceáno, las nubes grises gritando, el árbol lleno de secretos, la torre de comunicación iluminada en navidad, el metro repleto de gente sin rostro, la ventísca de octubre en nuestros hombros erizados, el café por la mañana, las frutas, la cebra llorando, el baile de las medusas, el estertor del neón a mitad de una carretera oscura, la caricia oyente de una mujer, el beso en el lóbulo, la penetración confidente e íntima en una noche de verano, el rugir de los grillos, Sigur Rós tocando en Viena, mi primer MDMA, lágrimas de adios, lágrimas de hola, lágrimas de dolor; y así se llena nuestra vida, con lágrimas falsas que por más que salgan, no cambiarán nada nunca.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

cuantas palabras pronuciaste despupes de eso ? dime cuantas ? ... te quiero warpola te quiero * grandioso