Así, cada mañana, lágrima tornasol y píes de aluminio, salía a oler entre los robles del jardín que hacía años alguien sembró, hojas caídas en montaña de octubre, deslizándose entre el rocío cristalino que pocas veces sentía en sus talones de corteza, oliendo algunas estrellas que todavía quedaban en el firmamento
la miraba desde la ventana haciendo figuras con mi dedo índice, la miraba flotando mientras la encerraba en una esfera de vaho que pocas veces duraba, pensaba en las flores congeladas que olía, sin olor, y yo
Valentina te vas a enfermar
la conocí entre monjas y escotes, con la cruz de oro blanco colgando hasta la línea de sus pechos, mostrando el pliegue rosado del sostén, la plaza del convento, flor de primavera, refrescos de naranja y globos metálicos amarrados a la tierra
Hueles a durazno
y toda la tarde nos olímos entre algodón de azúcar y vestido azul, mientras las grullas se alejaban cantando junto con la tarde, la luna suspiraba de nosotros, Valentina vestido en cintura y bragas en las rodillas
Hueles a durazno
entonces nos juramos olor eterno, y con nuestra escencia provocábamos infartos a las monjas, los globos se liberaban hacia la estratosfera y las flores tenían orgasmos de tarde, y labios de pulpa que tientan, Valentina suspiraba de mí y ya vestido en cintura y bragas arriba, el aroma de nuestra pasión cansó a la luna que se dejó ir para siempre
Valentina te vas a enfermar
ahora flota por el jardín buscando olor, y sólo pan tostado y zumo de naranja por las mañanas, y succíono con todas mis fuerzas y ya no huele, Valentina ya no huele, y la noche se va sin dejar su sazón, y ella lo sabe, y prefiere morirse, y el roble se junta con su nariz esbelta para no dejar pasar nada, y yo por la ventana, recordando el oler de los crisantémos
Valentina te vas a enfermar
y volverá a oler, pero el olor de la muerte, a tierra húmeda, y entre los robles se escapará un estornudo de olor que alguna vez llegó a tener, porque ya no huele más, y junto mi nariz a su cuello, a sus brazos, a sus senos, y sólo viento
Hueles a durazno
la ventana se opáca de mis soplidos, el desayuno en mis manos que se va desaciendo cada vez más lentamente, y me huelo las manos y sólo tienen el olor del desayuno.
1 comentarios:
Hermoso texto. P. Laurent
Publicar un comentario