Nadie hubiera querido vivir en el París de 1823. En esa ciudad construida con una suma absurda de ruindades, hecha de vilezas y estercoleros como toda ciudad de cierto tamaño. Era entonces cuando todavía el Sena purgaba los males de la ciudad, llevándose consigo las hojas, el polvo y uno que otro cadáver, fluían en su curso las nostalgias de un imperio perdido en las alucinaciones militares de un pueblo barbárico. Era el París de los miserables, la ciudad de arrabales putrefactos y edificios heridos por la gloria de unos cuantos ilusos. Un París en el que se anhelaba el olor a pan, en donde una hogaza era más valiosa que un Luis de Oro. Todo cubierto por la bruma melancólica de una monarquía imposible, de un reino ficticio agonizando al pie del patíbulo; la desgracia estentórea de un Rey Vanidoso que perdió sus espejos. Les digo, nadie hubiera querido vivir en el París de 1823. Con sus buhardillas henchidas de murmullos, de sospechas y secretos. Con sus mujeres licenciosas y sus niños paridos en los basureros. El París de mendigos recorriéndo sus callejuelas, de figones ominosos y tabernas siniestras echando humo sobre los tejados. Con sus bandidos, sus malandrines despiadados achuchillando viejos en las calles sombreadas, escondiéndose de la luna, refugiéndose del viento debajo de un puente desconchado, escuchando el ladrido de los perros a lo léjos. El París de noctámbulos con aliento a ajenjo, de artistillas muriéndose en el atrio de alguna iglesia olvidada, ese, el París de 1823 tan negro que nadie hubiese querido vivir en él
martes, diciembre 26, 2006
París, 1823
Publicadas por Neónidas: a la/s 4:50 p.m.
Etiquetas: mundos perdidos
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1 comentarios:
Este post es muy extraño...
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