Complejo invertebrado: Tundra Bolarí, 1972. El príncipe paquidermo prefirió como vestido de domingo su celeste organdí; también se podian ver sus rodillas de goma de platano. Cual mosquetero necio y en desafío propio solamente de las formas del cuestionamiento marcial, preguntó al librero por Moby Dick. Este lo miró, acuoso naufragio de carabela fantasma en la niña de sus ojos. .- Mi Mahabaraja, mi capitán, mi muy querido administrador de las enciclopedias sumerias, solicito a Moby Dyck. Dulce y liquen, multiplicar tela de araña y buscar en Praga un sastre, a uno de los numerados diseñadores de la utopìa de ultrafuturia en mente chueca del alquimista encargado de las motas en el reino animal . Esta librería es un intento de llevar acabo la idea del acero al cuadrado, la aparición electrica del esqueleto de un reino danés. -¿Melville?, preferiría no hacerlo, no creé que es un exceso jovencito de la falda organdí, es que mire, no permiten ese título aquí, no se ha dado cuenta, esta biblioteca esta situada ya en el interior de una ballena blanca, talvez un poco de Dumas o quiza un Salgari desenvainado de ediciòn oxidada. En efecto, un álgebra de un muy desconsiderado calabozo. Entonces miró al terrible Librero y se decidió a buscar por sus propios medios al Pinocho de Andersen para luego aprender hacer una fogata o incendio de alhambra, para así, darse al escape de la ruina del dorso de una ballena blanca, cuyas costillas y aletas se mostraban como gigantes atlas de Historiografía y enciclopedias de Geografía Marina; todo con un serio sentido ortopédico del diseño industrial. Observaciones desde la Biblioteca nacional: José Vasconcelos. |
sábado, diciembre 09, 2006
Mis muy queridos cetaceos este no es lugar para cerillas.
Publicadas por Neónidas: a la/s 3:38 p.m.
Etiquetas: mundos perdidos
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