sábado, julio 14, 2007

Fragmentos de una ola poco surfeable

(Golpe de aguja espiriforme, en un mosaico de espalda)
para lamentarse en toalla, noviembre 1996


Sin quererlo nos habíamos encontrado de nuevo, -a fuerza de espuma o simples hechos océanicos- las sombras jugaban al escondite con el plenilunio y ella con un modo de avispa se posó en mis hombreras. A mano tendida y saliva en labio me obligó al café con lácteo que tanto tomábamos juntos en el piso de Val Paraíso. Sus formas siempre de mar, olas del Atlántico introvertidas, el juego de picarle la nariz porque le daban cosquillas, y más pasajes que de golpe burbujeaban en mi cabeza mientras ella removía con dulzura sospechosa su café. Fueron múltiples cosas o tal vez sólo el hecho de que en aquella terraza me llegaba una extraña sensación de querer ser abrazado, por ella. Algunas veces nos montábamos en el muelle con una suspicacia meticulosa, le besaba sus homoplatos hasta dejar una forma espiriforme sobre su piel, notaba como se erizaba al tacto y la brisa que era sal en sus poros me dejaba un sabor a desierto en mi boca. Y las arañas que sabía me aterrorizaban, arañas de muelle, marineras de ocho patas, las cogía sin titubear hasta lograrme un desmayo, ella me despertaba con un beso en cada ojo y silbando una canción desconocida. Después nos fuímos a caminar por el borde de la arena tibia, en donde al final del mar se veía la línea perfecta del horizonte. Por un momento pensé en coger su mano y posarla sobre mi pecho, decirle aquí estoy contigo a corazón espectante y besarle en el hombro, su borde tostado. Me dijo hasta pronto, intercambiamos números postales, sabía que nunca iba a volver a verla, entonces en un despliegue inoportuno le grité mientras se alejaba, grito al oleaje, grito de medio sol en el centro del mundo -¡Siempre serás mi momento!- En su caminar exacto se alejó sin voltear, seguramente pensando en mí ahí de pie, juzgado por las nubes que se alejaban hacia la ciudad. Recordé nuestros despertares a media mañana y decidí darme un baño en el mar, era turbio, una caricia salada y espumeante que recorría todos los cabellos de mi cuerpo.




3 comentarios:

Anónimo dijo...

Brillante e insensible falsificacion de epocas apartir de la observacion de una figura y sus afectaciones. Este junto a "Por el sendero de las manos heladas", "Fragmento pciforme" y talvez "Jardin protoplasmico" prodrian pertenecer a un excelso catalogo de atentados en contra de la figuracion.Coleccion a la que probablemente titularia:Tetralmanaque de la desfiguracion o bien Cuatro descomposiciones para cuatro intrumentos de aliento. Muy ingenioso Magister siga esparciendo entre nosostros las figuras de la alteridad. Le extrano dos besos. Geratho, desde Matamoros Tamaulipas.

hada asesina dijo...

muy bontido warpol

Anónimo dijo...

Fantastico !