Pasar la noche solo en un cuarto de hotel en Miami no es nada fácil. Primero están las cosas: la alfombra, la cama ordenada, el televisor, el baño, un escritorio y la caja de aire acondicionado, cada elemento dispuesto según una aritmética del confort, aparentemente limpio, aparentemente saludable, sea todo en bien del turista y en vistas de su satisfacción. Generando una representación admirable de lo que en el mundo occidental ubicamos bajo el concepto de “lujo”. Toda esta maquinación previa por parte de los hoteleros me provoca cierta angustia, las cosas son parte de una estrategia complicada, son cómplices inocentes del malvado hotelero que se esconde debajo de un escritorio para contar los billetes. Primera falsedad. Primer denuncia del engañoso simulacro que nos tiende la tal llamada industria del placer, algo espantoso por cierto. Segundo; el ambiente. El silencio pecaminoso elevándose hasta el sexto piso, llevando consigo únicamente dispersos ruidos de automóviles y aviones atravesando el cielo. Olores a bloqueador solar y la humedad de los trajes de baño penetrándome la nariz. Un viento acostumbrado a los soplos de un idioma distinto, al jaleo modulado de un inglés costero que baila de vez en cuando con un castellano bastardo. La patria americana y el halo mefistofélico de sus fantasmas políticos, su cultura technicolor aunada a la carencia de aromas que emana su cocina. El dólar y sus movimientos, la abominable tradición capitalista del cliente y el vendedor, la estupidez sureña, el montaje multimillonario invertido en religiones, etc, etc, etc. El hecho de hacer conciencia de lo dicho anteriormente se convierte en un severo impedimento para conciliar el sueño en un cuarto de hotel en Miami. Por último estoy yo, mi presencia anacrónica en este palacio del divertimento, prestándome al falaz ejercicio que se conoce, en términos primer mundistas, como “vacacionar”. Participando ingenuamente en ideas como la familia, la sana convivencia y el enriquecimiento cultural. Siendo intérprete inigualable de la doble moral y las costumbres pequeño-burguesas. ¡Carajo! ¡No es nada fácil dormir solo en un cuarto de hotel en Miami!
jueves, diciembre 28, 2006
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario